El abuelito de Heidi parecía duro por fuera pero luego, por dentro, era un trozo de pan. O quizá era simplemente duro y Heidi lo ablandó. Esta segunda hipótesis parece la más plausible a la luz de los hallazgos presentados por el siguiente estudio publicado en Nature.
En él, se señana que las personas que viven en terrenos montañosos, es decir, que viven más aislados que las personas más urbanitas, puntúan más bajo de media en algunos ragos psicológicos como son la amabilidad, la responsabilidad, la extraversión, la apertura a la experiencia y el neuroticismo.
Rural VS Urbano
La topografía es un factor crucial que configura el paisaje psicológico de las regiones. Para probarlo, en el citado estudio se ivnestigó si la topografía estaba asociada con la variación regional de la personalidad en Estados Unidos.
De acuerdo con la teoría de los asentamientos fronterizos, los resultados de la modelización multinivel revelaron que las áreas montañosas eran más bajas en amabilidad, extraversión, neuroticismo y responsabilidad pero más altas en apertura a la experiencia.
Los algoritmos de bosque aleatorio condicional, un método de clasificación o regresión que funciona creando una multitud de árboles de decisión durante el aprendizaje, confirmaron la "montañosidad" como un predictor significativo de la personalidad cuando se compararon con un conjunto conservador de controles.
Las comparaciones entre el este y el oeste destacaron las posibles diferencias entre los efectos ecológicos (impulsados por las características físicas) y socioculturales (impulsados por las normas sociales) del terreno montañoso.
Esta tendencia puede debeser a, entre otros factores, a lo que señalaba Edward Glaeser en su libro El triunfo de las ciudades: las ciudades permiten que confiemos más los unos en los otros, aunque no nos conozcamos de nada. En el campo puedes confiar en los vecinos próximos, incluso en los habitantes de los pueblos próximos, si me apuráis, pero en el campo es donde se usa más frecuentemente el término “forastero”. Es decir, el 99,9 % de la gente del mundo que se acerca a nuestra casa solitaria.
En las ciudades, sin embargo, no existen los forasteros. Y de existir, confiamos en sus buenas intenciones so pena de que la ley caiga sobre ellos (o las miradas de los demás ciudadanos que viven a nuestro alrededor, encima, debajo, junto a nosotros.)
A pesar de que el campo nos parece más idílico, algo tienen las ciudades que ha ido atrayendo a cada vez más personas en todo el mundo. En el año 2008, de hecho, se produjo por primera vez en la historia el hito de que la mayoría de los humanos ya vivía en ciudades. Al menos, lo que parece evidente es que vivir en ciudades es más sostenible a nivel medioambiental.
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