A pesar de lo que señala nuestra intuición, los datos señalan que, una vez que se alcanza un determinado umbral de ingresos mensuales, los aumentos adicionales en los ingresos tienden a asociarse con una menor satisfacción con la vida y un menor nivel de bienestar.
Más dinero, más presión
Las razones que subyacen a este contrasentido se deben, básicamente, a que al tener ingresos moderadamente altos podemos satifacer nuestras necesidades materiales y emocionales, lo cual aumenta el bienestar.
Sin embargo, si tenemos más dinero, una suerte de excedente, entonces las personas pueden verse impulsadas por deseos tales como buscar ganancias más materiales y participar en comparaciones sociales, lo que, finalmente, podría reducir el bienestar.
Es lo que señala Andrew T. Jebb, el autor principal de este estudio de la Universidad de Purdue y estudiante de doctorado en el Departamento de Ciencias Psicológicas:
Se ha debatido en qué punto el dinero ya no cambia el nivel de bienestar. Descubrimos que el punto de ingreso ideal es de 95.000 dólares (77.000 euros) para el bienestar material y de 60.000 a 75.000 (48.500 a 60.000 euros) para el bienestar emocional. De nuevo, esta cantidad es por individuo y probablemente sea más alta para las familias.
Los datos son por persona y año, no por familia, así que en una familia esos ingresos deberían ser más elevados.
La investigación se basa en datos de Gallup World Poll, que es una muestra de encuesta representativa de más de 1,7 millones de personas de 164 países, lo que también ha permitido descubrir que no solo el umbral de ingresos cambia en función de la persona, sino también del país analizado, pues la saciedad se produce en umbrales más altos en las regiones más ricas para la satisfacción con la vida:
Esto podría deberse a que las evaluaciones tienden a estar más influenciadas por los estándares con los que las personas se comparan con otras personas.
Al final, pues, habremos que redefinir nuestra cultura popular: el dinero da la felicidad (sí, pero solo algunas porciones y en determinadas dosis) y los ricos también lloran (pueden llorar más que la clase media-alta).
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