Una reciente investigación, cuyo punto de partida ha sido un estudio realizado por Julia Kube, en la Universidad de Oldenburg, Alemania, publicado en 2009 y que ofrecía una lista de nombres propios asociados a prejuicios negativos y otra relacionada con prejuicios positivos. La investigación, dirigida por la profesora Astrid Kaiser, también de la Universidad de Oldenburg, sugiere que el nombre propio de un alumno influye en sus calificaciones escolares.
Obviamente, esta influencia sólo se percibe en la calificaciones basadas en el criterio del profesor, no en calificaciones objetivas, como las que se extraen de un examen de Matemáticas, donde 2 + 2 es igual a 4.
En la investigación, los exámenes de 12 niños fueron fotocopiados y enviados a 200 profesores diferentes a fin de que fueran calificados. Cada trabajo debía de estar calificado por dos profesores diferentes. Los exámenes sólo tenían una diferencia: o estaba firmado por un nombre de carga connotativa positiva o por un nombre de carga connotativa negativa. En Alemania, nombres como Kevin, Mandy o Cedric están ligados a estratos sociales inferiores; por el contrario, nombres como Maximilian, Jakob o Simon están ligados a estratos sociales superiores.
Y la norma se cumplió escrupulosamente en los resultados: los trabajos firmados por nombres como Maximiliam o Simon fueron mejor calificados que los firmados por Kevin o Mandy, a pesar de que el contenido del texto era idéntico.
Sencillamente, el profesorado no podía evitar que una parte automática, inconsciente de sí mismos aplicara cierto sesgo al examen. Con todo, las diferencias de calificación sólo se observaron en los nombres masculinos, entre Kevin y Maximilian, por ejemplo, y no entre Celine y Charlotte, lo cual denota, según la profesora Kaiser, que los varones sufren más prejuicios porque se cree que tienen tendencia a ser más inquietos y romper más fácilmente las reglas.
Por el contrario, las chicas tienen una imagen de menos revoltosas, más serenas, menos conflictivas, así que existe menos sesgo con ellas.
Esta tendencia también se observa en los colegios de élite en comparación con los colegios dirigidos a las clases más bajas. En Alemania, los niños de clase más alta y con un rendimiento escolar más elevado acuden al llamado Gymnasium (la mayoría de sus alumnos acabará en la Universidad); los niños de nivel cultural más bajo y receptores de ayudas sociales acuden al llamado Hauptschule (la mayoría de sus alumnos acabará desempeñando oficios de poca especialización o baja remuneración).
Pues bien, el nombre de Kevin (bajo estrato social) aparece exclusivamente en las listas de estudiantes procedentes del Hauptschule, pero no del Gymnasium. Por el contrario, nombres femeninos asociados a prejuicios negativos como Vanessa o Jaqueline sí aparecen indistintamente en el Hapstschule y el Gymnasium.
Este estudio quizá es demasiado anecdótico, y la imposición de uno u otro nombre tenga una relevancia difícilmente medible. Sin embargo, valdría la pena ir con cuidado la próxima vez que nos acerquemos a la pila bautismal.
Vía | El Mundo
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