La mayoría tendemos a sobrestimar nuestros conocimientos en cualquier área. Este sesgo, llamado ilusión de la profundidad explicativa, sin embargo, es relativamente fácil de desmontar.
Por ejemplo, basta con obligar a alguien a que explique una opinión para que esa misma persona tienda a deshacerse de su exceso de confianza.
Cómo funciona una cremallera
Leonid Rozenblit y Frank Keil de la Universidad de Yale sugirieron que muchas veces la gente piensa que comprende el funcionamiento de algo cuando en realidad lo que sabe es superficial en el mejor de los casos. Según explica Steven Pinker en su libro En defensa de la Ilustración:
Aunque creemos entender cómo funcionan una cremallera, una cerradura de cilindro o un inodoro, tan pronto nos piden que lo expliquemos, enmudecemos y nos vemos obligados a confensar que no tenemos ni idea.
Según los investigadores, lo que sucede es que confundimos nuestro sentido de familiaridad con la verdadera comprensión del funcionamiento de esas cosas.
Este fenómeno es todavía más evidente en temas políticos. Si alguien critica o apoya cualquier decisión de un político, basta con que le preguntemos en qué consiste exactamente esta decisión y sus efectos para que la persona se vuelva más permeable a los contraargumentos.
Es decir, que tal vez las personas que tienen fuertes opiniones políticas pueden abrirse a otros puntos de vista si se les pide que expliquen exactamente cómo piensan que la política que defienden traerá los resultados que ellos sostienen.Porque, como señalaron los antropólogos Hugo Mercier y Dan Sperber:
En contra de las desalentadoras valoraciones sobre el uso de la capacidad humana de razonamiento, las personas son bastante capaces de razonar con imparcialidad, al menos cuando están evaluando argumentos en lugar de generarlos, y cuando están buscando la verdad más que tratando de vencer en un debate.
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