A pesar de lo aparente, todo acto humano no se basa en un cálculo racional de coste-beneficio. Al menos no siempre. De hecho, en decisiones económicas puede que influyan otros elementos que nada tienen de racionales. Como la testosterona.
Comportamiento testosterónico
Los altos niveles de testosterona podrían hacer que la mayoría de los profesionales del mercado de valores sobrestimen los valores de las acciones futuras y cambien su comportamiento comercial.
Es lo que al menos sugieren Amos Nadler, de la Ivey Business School de Western University, Peiran Jiao, de la Universidad de Oxford, Paul Zak y Veronika Alexander, del Centro de Investigación de la Universidad de Oxford, en su estudio The Bull of Wall Street.
El estudio doble ciego incluyó a 140 hombres jóvenes, cada uno de los cuales recibió un gel tópico que contenía testosterona o un placebo, antes de participar en un mercado de activos experimental en el que pudieron publicar precios de pujas y solicitudes.
Según Nadler:
Esta investigación sugiere la necesidad de considerar las influencias hormonales en la toma de decisiones en entornos profesionales, porque los factores biológicos pueden exacerbar el riesgo sobre el capital. Tal vez la recomendación más simple es implementar períodos de 'enfriamiento' para interrumpir ciclos de retroalimentación excepcionalmente positivos y devolver el enfoque a las valoraciones fundamentales de los activos, para reducir la posibilidad de decisiones sesgadas.
El estudio es interesante, pero dista de ser concluyente. Básicamente porque la testosterona está sobrevalorada, se habla demasiado de ella, que se usa demasiado como justificación para muchas cosas diferentes, desde la razón de un crimen hasta la aparente actitud pacífica de una mujer respecto a un hombre.
Incluso hay estudios que correlacionan bajos niveles de testosterona con comportamientos impulsivos, como explica John Lloyd en El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
La testosterona se asocia a la agresividad en animales, por lo que hasta hace muy poco se creía que ejercía un efecto similar sobre las personas. Pero, al parecer, no es así. Ahora se cree que son los niveles bajos de testosterona los que pueden provocar trastornos del estado de ánimo y agresividad. Tan solo hace diez años que se estudia la testosterona, por lo que aún no entendemos completamente la función que desempeña. Es sorpredente, pero durante las primeras semanas de vida, los bebés varones tienen tanta testosterona como la que luego tendrán durante la adolescencia, aunque a los cautro o seis meses los niveles de esta hormona se reducen hasta apenas ser detectables.