Una de cada cuatro personas tendrá algún tipo de enfermedad mental en algún momento de su vida. Sin embargo, a pesar de ser un padecimiento tan generalizado, la enfermedad mental todavía está estigmatizada y rodeada de conceptos erróneos.
Pero ¿qué sucedería si le diéramos la misma consideración a una enfermedad mental que a una física? En definitiva, si consideráramos que sencillamente ambas son enfermedade.
No digas "esfuérzate más"
Se estima que en España un 19,5% de la población ha tenido algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida y que en la actualidad un 9% de españoles tiene un problema de salud mental.
El 10 de octubre, se celebró el día Mundial de la Salud Mental en aras de reivindicar el papel de las enfermedades mentales y la consideración que deberían tener. Cada año tiene un tema diferente, y este año se ha centrado sobre todo en el "primeros auxilios psicológicos y el apoyo que se puede proporcionar a las personas en peligro."
Uno de los errores más comunes, y sin duda más frustrante, es que la enfermedad mental es de alguna manera una elección o una falta de fuerza de voluntad. Pero nada más lejos de la verdad, o al menos tiene tanto que ver con la voluntad como una enfermedad física.
Naturalmente, los consejos psicológicos son útiles para paliar determinadas enfermedades mentales. Pero los consejos no pueden ser del tipo "tienes que esforzarte más", como sucede con alguien que tiene el brazo roto. O que medicarse diariamente es poco natural.
Estereotipos
El estereotipo de alguien que sufre de una enfermedad mental podría ser el de una persona que se ha convertido en un recluso social y yace en la cama todo el día, pero los últimos años han visto un aumento de casos de "alta función de la depresión" o "alta función de la ansiedad".
Son personas que, en la superficie, aparecen felices y exitosas, y a menudo parecen tenerlo todo a su favor, pero en realidad están sufriendo de problemas de salud mental. Por lo tanto, es aún más probable que estas afecciones pasen desapercibidas. si bien las búsquedas en internet puedan revelar algún problema subyacente.
Ante todo lo cual, pues, deberíamos aprender a percibir y gestionar las enfermedades mentales como lo hacemos con otra clase de enfermedades, como accidentes en los que el paciente precisa de ayuda y asistencia. Cada tratamiento integra, dependiendo del caso, la administración de psicofármacos como métodos paliativos de los síntomas más pronunciados, así como un proceso de intervención psicológica para atender los orígenes y manifestaciones del trastorno.
Con todo, que aumente el número de enfermedades mentales tampoco debe hacernos creer que hay más enfermos mentales que antes, sino que probablemente se diagnostican mejor tales trastornos. Si bien, en ocasiones, se extralimiten determinados diagnósticos, empezando a categorizar como enfermedad mental lo que en realidad no lo es. Abunda en ello Thomas Armstrong, autor del libro El poder de la neurodiversidad:
¿Cómo hemos llegado a esto? Ciertamente, una razón tiene que ver con el tremendo salto en el conocimiento sobre el cerebro humano que ha tenido lugar en las últimas décadas. Cada año surgen cientos, si no miles, de estudios que nos ofrecen cada vez más información acerca de cómo opera el cerebro humano. Esta información revoluciona nuestra comprensión de nuestro funcionamiento mental, y eso es algo bueno. Pero también es responsable de que nos hayamos convertido en una cultura de la discapacidad. (…) La financiación para la investigación cerebral se destina a la rueda que chirría, es decir, hay muchos estudios consagrados a estudiar lo que anda mal en el hemisferio izquierdo de los cerebros disléxicos, sin embargo, se lleva a cabo muy poca investigación centrada en el área del hemisferio derecho, que procesa las asociaciones libres de palabras y que podría ser la fuente de la inspiración poética.
Vía | IFLScience
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