Los halagos son más importantes que el dinero

Los halagos son más importantes que el dinero
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Dicen que el dinero puede comprarlo todo, pero lo que más anhela la gente que tiene dinero es comprar reputación, respeto, halagos, amistad (o al menos la mayoría de la gente). Por eso existen tantos millonarios filántropos, o incluso el matrimonio Bill y Melinda Gates han invertido más que en el desarrollo de la medicina que ninguna otra persona de la Tierra.

Y quienes tengan dinero y no lo usen para esta clase de cosas, deberían hacerlo. Porque, en el fondo, lo que nos hace más felices no es tanto el dinero como los halagos, la aceptación social. Lo cual también explicaría que miles de artistas, una vez alcanzado un estatus económico envidiable, continúen trabajando incansablemente.

No lo hacen tanto para obtener más dinero como para mantener su estatus social, la popularidad. Típicas son las historias de profunda desazón en quienes han alcanzado la fama y, progresivamente, la pierden con los años: si bien la riqueza puede perdurar, esa pérdida de fama es lo que verdaderamente hace sufrir al artista.

Cameron Anderson, de la Escuela de Negocios Haas de la Universidad de California, Berkeley, y su equipo ha estudiado la relación entre los diferentes estatus sociales y el bienestar en un nuevo artículo publicado en Psychological Science que viene a confirmar este conjunto de ideas que ya intuíamos.

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Para realizar el estudio, Anderson se concentró en comparar el estatus económico y la estima del grupo social con el que se relacionan las personas, es decir el grado de respeto y admiración que suscitaban.

Nos interesaba esta idea porque hay abundante evidencia de que un mayor estatus socioeconómico (mayores ingresos o ser más ricos, así como contar con estudios educativos elevados) no aumenta el bienestar subjetivo (o la felicidad) en absoluto. Sin embargo, al mismo tiempo, muchas teorías sugieren que un mayor estatus debe aumentar la felicidad.

El estudio de Anderson se dividió en cuatro. En la primera parte, 80 universitarios que habían formado parte de hermandades fueron encuestados para averiguar tanto su estatus socioeconómico como su posición de liderazgo dentro de su grupo. Si la posición en el grupo era buena, entonces parecía reflejar mayor felicidad que si tenían más dinero.

La segunda parte del estudio replicó los resultados con una muestra de participantes mayor.

En la tercera parte del estudio, se aportó evidencia de que el estatus social y el bienestar en realidad se podía manipular en un entorno experimental. Y finalmente en la tercera parte llevaron a cabo esta manipulación en un entorno real.

¿Por qué la posición social parecía mucho más importante que la posición económica? Anderson sugieren lo siguiente al respecto:

Una de las razones por las que el dinero no compra la felicidad es que las personas se adaptan rápidamente al nuevo nivel de ganadores de la Lotería de ingresos o la riqueza. Por ejemplo, son felices inicialmente, pero luego regresan a su nivel original de la felicidad rápidamente. Este tipo de adaptación no puede simplemente ocurrir con la condición social. Es posible que el ser respetado, tener influencia, sea la clave de la felicidad.
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