Inclinarse por la derecha o la izquierda a nivel político tienen algo de infructuoso en el sentido de que un partido puede autodenominarse de izquierdas pero obrar como uno de derechas pero, sobre todo, porque los problemas no siempre tienen soluciones eficaces desde el mismo espectro político: a veces hay que emplear soluciones de derechas o de izquierdas, en función del momento y el problema.
Con todo, el cerebro de los que optan por las soluciones de izquierdas o de derechas sistemáticamente, pase lo que pase, quizá haya una diferencia que es precisamente la que empuja a esta dicotomía.
Ondas cerebrales
Para probar cómo son las ondas cerebrales de republicanos y demócratas en Estados Unidos, en un estudio reciente se les presentó a un grupo heterogeneo 60 oraciones en dos versiones: una respaldaba una idea coherente con un fundamento particular, y la otra versión rechazaba esa idea.
Así, por ejemplo, una mitad leía:
Es necesaria la igualdad total en el lugar de trabajo.
La otra mitad leía:
La igualdad total en el lugar de trabajo no es realista.
La idea era probar cómo las personas de izquierdas reaccionaban más positivamente a las ideas necesarias aunque resulten utópicas o inalcanzables, y los de derechas reaccionaban mejor a las ideas que resultan más realistas, prácticas, capaces de ponerse en marcha.
Todos los sujetos estaban equipados con un gorro que medía sus ondas cerebrales cuando las palabras de cada oración aparecían en una pantalla, palabra por palabra, con el propósito de determinar qué cerebros mostraban evidencia de sorpresa o conmoción en el momento que se presentaba la palabra clave. Los resultados los presenta así uno de sus autores, Jonathan Haidt, en su libro La mente de los justos:
Los cerebros liberales mostraron más sorpresa, en comparación con los cerebros conservadores, en respuesta a las oraciones que rechazaban las inquietudes relativas al Cuidado y la Equidad. También mostraron más sorpresa en respuesta a las oraciones que respaldaban las inquietudes referidas a la Lealtad, la Autoridad y la Santidad.
Es posible, pues, que nazcamos ya con un cerebro partidista, o que éste se vaya fraguando en función de determinadas experiencias. Y que ese cerebro razonen de manera diferente y busquen distintos tipos de evidencia para alcanzar conclusiones diferentes:
Las intuiciones vienen primero, el pensamiento estratégico después.
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