Si bien durante mucho tiempo se ha culpado a las deficiencias en la crianza de los hijos a lo que se denomina "brecha de palabras" (hablar menos con los hijos), una nueva investigación de UC Berkeley implica el contexto económico en el que tiene lugar la crianza, en otras palabras, la "brecha de riqueza".
Los hallazgos, publicados en la revista Developmental Science, proporcionan la primera evidencia de que los padres pueden hablar menos con sus hijos cuando experimentan escasez financiera. Es decir, que la "brecha de las palabras" no se arreglaría tanto enseñando a los padres a educar mejor a sus hijos, sino entregándoles más dinero.
¿Brecha de palabras o financiera?
El término "brecha de palabras" se acuñó a principios de la década de 1990 cuando los investigadores de la Universidad de Kansas Betty Hart y Todd Risley rastrearon las interacciones verbales en los hogares de 42 familias para estudiar el desarrollo temprano del lenguaje en los primeros tres años de los niños. Si bien algunos han cuestionado la metodología de Hart y Risley, su hallazgo básico se ha replicado muchas veces.
Los resultados mostraron que los hijos de familias profesionales escucharon un promedio de 2.150 palabras cada hora; mientras que aquellos bebés pertenecientes a familias de la clase obrera y pobre oyeron en promedio 1.250 y 600 palabras por hora, respectivamente. En consecuencia, a los 3 años los niños de las familias profesionales ya habían escuchado un promedio de 30 millones de palabras más que los niños de las familias de más escasos recursos económicos y educación más básica.
En el estudio presente, los resultados preliminares del estudio dan crédito a los beneficios educativos y de desarrollo de programas gubernamentales que reducen la pobreza. Según Mahesh Srinivasan, profesor de psicología en UC Berkeley:
Las intervenciones existentes para eliminar la brecha de palabras a menudo se han centrado en mejorar las habilidades de los padres. Pero nuestros hallazgos sugieren que aliviar a los padres de sus cargas financieras, como a través de transferencias directas de efectivo, también podría cambiar sustancialmente la forma en que se relacionan con sus hijos.
En el primer experimento, los investigadores buscaron observar cómo los padres interactuarían con sus hijos (en este caso, niños de 3 años) después de que se les pidiera a los padres que describieran momentos en los que habían experimentado escasez económica. En cambio, se pidió a un grupo de control de padres que describiera otras actividades recientes. De los 84 padres del estudio, los del grupo experimental que describieron sus experiencias de escasez financiera hablaron menos con sus hijos de 3 años durante las observaciones de laboratorio que los padres que reflexionaron sobre otras formas de escasez (como no tener suficiente fruta).
El segundo experimento se utilizó datos existentes recopilados a través de la tecnología LENA, pequeños dispositivos que funcionan como un "podómetro de habla" que usaban los niños y que registraban sus conversaciones y contaban las palabras que escuchan y decían. Como predijeron los investigadores, los análisis revelaron que los padres participaron en menos turnos de conversación con sus hijos al final del mes, un momento que generalmente coincide con la escasez de dinero.