El posar nuestros ojos sobre pulpa de árbol prensada y manchada por miles de insectos de tinta tiene muy poco de natural. No nacemos predispuestos a aprender a leer, como sí lo hacemos predispuestos a hablar. Leer es un proceso que requiere entrenamiento, es antinatural, tanto como el aire acondicionado o los transgénicos.
Leer, de hecho, modifica la circuitería de nuestro cerebro de un modo que no lo hace la comunicación oral. Por eso hay diferencias anatómicas entre los cerebros lectores y los cerebros analfabetos. Por ello, científicos cognitivos de la Universidad de Pittsburg hallaron 3 grandes regiones comunes empleadas en todos los sistemas de escritura.
Leer es tan bueno porque es antinatural
La lectura ocasionó tanto una revolución cultural como neuronal. Las personas que aprendieron a leer y escribir, por tanto, desarrollaron cerebros que ampliaban su repertorio intelectual.
Leer es antinatural porque el estado natural del cerebro humano, así como el de la mayoría de los primates, tiende a la distracción. Basta con que aparezca cualquier estímulo interesante, y nuestro cerebro sentirás interés por él, olvidándose de lo que estaba haciendo. Sin embargo, leer un libro requiere de una capacidad de concentración intensa durante un largo periodo de tiempo.
En un mundo 2.0, no hemos dejado de leer. De hecho, cada vez leemos más. Sin embargo, no leemos de la misma manera. Ya no leemos textos planos, largos y tortuosos que requieren gran capacidad de concentración sostenida, sino textos cortos y llenos de hipervínculos. La experta en lectura Maryanne Wolf también se pregunta si, frente a las imágenes, sonidos e hipervínculos que aparecen en un texto en pantalla, empezará a cambiar y a atrofiarse el componente constructivo que anida en la esencia de la lectura y si habrá tanto tiempo para procesar la información de manera tan deductiva, analítica y crítica como hasta ahora.
Los libros son el equivalente intelectual de los antibióticos, los aditivos o el aire acondicionado. Son una tecnología capaz de diluir un poco más nuestra humanidad de serie y moldear nuestro cerebro para alcanzar finisterres que hace apenas unos siglos eran inalcanzables. Por eso, precisamente, debemos luchar por conservar los hábitos de lectura, como quien rema contra la corriente de un río caudaloso. El que rema contra lo natural, la inercia evolutiva, lo artificial... generalmente más bueno que lo natural porque nosotros hemos escogido que sea así para perseguir nuestros propios objetivos.