Quién lo iba a decir. Padres casi empeñados en que sus hijos tengan amigos con quienes compartir sus sentimientos para que resulte, en muchos casos, perjudicial.
Y es que, según un estudio realizado a más de 800 niños y niñas de entre 9 y 15 años, los que más hablaban con sus amigos y amigas de los problemas personales eran los que más tarde presentaban mayor grado de ansiedad o depresión. Es un efecto que denominan co-rumiación: darle vueltas a un problema determinado sin encontrarle solución, lo que acarrea darle más vueltas y "adentrarse más en el fango". La pescadilla que se muerde la cola.
La solución es bastante sencilla. No se alienta a los adolescentes a no hablar con sus amigos, sino que se les recomienda, además de practicar deportes u otras actividades similares para evitar caer en la co-rumiación con uno mismo, hablar moderadamente además de hacerlo con personas con más experiencia, que en determinados casos sí pueden ayudarles a sobrellevar ciertos problemas que puedan surgir.
Vía | InfoBAE En Genciencia | Detrás de cada Peter Pan hay una Wendy Imagen | Baja California