A la hora de aprender, lo más eficaz, por encima de la explicación del profesor, tomar notas u otras técnicas, es explicarse los conceptos a uno mismo, sea escribiendo o hablando en alto.
Es lo que señala al menos un metaanálisis de 64 estudios en los que están involucrados más de 6 000 alumnos.
Hablarse a uno mismo
Aunque pudiera parecer propio de personas que les falta algún tornillo, lo cierto es que hablar con uno mismo no solo es frecuente en nuestra vida cotidiana, sino que es positivo: nos ayuda a ser más decisivos y a controlar pensamientos y reacciones cognitivas y emocionales.
También cuando hablamos con nosotros mismos nuestros procesos cognitivos mejoran significativamente, lo que se traduce que aprendemos mejor. Cuando estudiamos en voz alta tendemos a recordar mucho más. Cuando repetimos las palabras en voz alta el proceso para internalizar la información parece ser más efectivo.
No se trata solo de que escuchemos nuestra voz: al traducir el discurso en palabras habladas tu cerebro tendrá no solo la información de escucharlas sino de producirlas.
El proceso de autoexplicación también ayuda al alumno a darse cuenta de lo que no sabe, "para completar la información faltante, controlar la comprensión y modificar las fusiones de información nueva con conocimiento previo cuando se detectan discrepancias o deficiencias", según los autores del metanálisis.
Según los resultados, la autoexplicación parecer ser más efectiva que la explicación del profesor (explicación dada por un maestro o material didáctico), pero la explicación del profesor fue mejor que ninguna explicación, lo que sugiere que parte del beneficio de la autoexplicación proviene del contenido (que podría proporcionarse en otro lugar).
Con respecto a otros factores, como el momento de la autoexplicación en el proceso de aprendizaje; el tipo de autoexplicación que se obtuvo (como justificar un argumento o explicar un concepto); la naturaleza del material que debe ser aprendido; la materia; y cómo se probó el conocimiento posteriormente; los investigadores encontraron poca evidencia de que alguno de estos factores tuviera relevancia a la hora de explicar los beneficios de la autoexplicación.
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