Sumando todas las causas, cada año mueren en todo el mundo el equivalente a la población combinada de Australia, Austria, Bélgica, Noruega y Suecia. Y es que cada día fallecen 160.000 personas (60 millones al año). Pero solo el día de Año Nuevo de 2020 nacieron 392.000 personas.
El periodismo ha tratado de forma muy desigual estos datos. Solo ha puesto el foco en unas pocas muertes cada año (y muchos menos nacimientos). La razón para escoger unas noticias sobre otras es múltiple. Se establecen diversos criterios. Pero, por encima de todos, rige el criterio de escándalo. Y el escándalo es una forma de distorsión del cerebro de los consumidores de medios de comunicación.
Los periodistas no saben más que tú
La razón de que los medios de comunicación prefieran el escándalo al rigor es que el escándalo produce mayores réditos económicos. Sin embargo, no solo los beneficios están detrás de las distorsiones informativas: lo está la propia ignorancia del periodista.
El periodista puede estar actuando de buena fe cuando dedica más páginas y atención a un asesinato que a un suicidio, aunque haya diez veces más suicidios que homicidios, o cuando habla más tiempo de cáncer y menos de problemas del corazón (siendo lo segundo lo que mata más). O que dedique mucho tiempo a un tornado, cuando el asma produce 70 veces más muertes. Finalmente, el periodista es como todos nosotros: un ser humano cruzado de sesgos de disponibilidad y otros, que tropieza en errores similares a la hora de evaluar los riesgo del mundo.
Esto es aslgo que se constató en un proyecto de 2013 realizado por el médico sueco Hans Rosling llamado Ignorance Project, de Gapminder. Al ser sometida una amplia muestra de la profesión periodística a una encuesta tipo test a propósito de sus conocimientos sobre determinados temas, como las crisis de superpoblación, las vacunas o la educación femenina en el mundo, los resultados fueron demoledores: la mayoría parecía no saber más que el público promedio, y el público promedio, respecto a estos temas, no sabe más que si se respondiera aleatoriamente a las preguntas.
No importaba que los periodistas fueran ingleses, estadounidenses o europeos, ni siquiera si eran reputados realizadores de documentales de la BBC, la PBS, National Geographic o Discovery Channel. Salvo un pequeño porcentaje de periodistas, la mayoría era como una persona normal y corriente. Podéis abundar en todo ello en el siguiente vídeo:
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