Sabemos que un nivel socioeconómico más bajo tiene consecuencias negativas sobre la salud, la educación y la conducta. Pero, a la luz de los resultados de un nuevo estudio, quizá las cosas no son tan sencillas.
Tal vez también influye el estatus social subjetivo, es decir, que las personas crean que tienen un nivel socioeconómico bajo o no lo suficientemente alto, que uno asuma que pertenece a una clase baja. Para averiguarlo, se estudió a adolescentes a miles de gemelos.
Creencia jerárquica
En el estudio se tuvo en cuenta el estado de pobreza, el acceso a los recursos financieros y otros factores ambientales y genéticos compartidos por los niños dentro de la misma familia.
En el análisis se usaron datos recopilados prospectivamente durante las primeras dos décadas de vida entre una cohorte de nacimiento de 2.232 gemelos para probar si las percepciones de los adolescentes sobre el estatus social de su familia, a las que se hace referencia en todo momento como estatus social familiar subjetivo (SFSS, por sus siglas en inglés), están sólidamente asociadas con indicadores clave. de salud y bienestar.
Los gemelos de 18 años que calificaron a su familia con una posición social más elevadas, tuvieron menos problemas de salud, incluyendo depresión, ansiedad, trastornos de conducta, tasa de abandono de estudios, paro o delincuencia.
Y el mismo patrón de hallazgos no se observó antes en la adolescencia cuando los gemelos tenían 12 años. Es decir, las creencias de los jóvenes sobre dónde se ubica su familia en un sistema social jerárquico indica cómo les iba en la vida
Limitaciones
Es importante tener en cuenta que estamos ante una correlación, no una causalidad, y que incluso esta causalidad podría ser inversa: los adolescentes que están deprimidos o que han cometido un delito califican a sus familias como inferiores en la jerarquía social.
Tampoco se descartan otros factores que puedan afectar tanto a la percepción del estatus como al bienestar objetivo.
También es difícil medir de manera integral los recursos financieros y materiales (como la riqueza y otros activos más allá de los ingresos), dejando la posibilidad de que las diferencias materiales no medidas generen diferencias tanto en las percepciones del estatus como en la salud y el bienestar.
Sea como fuere, hacen falta más estudios y se abre la posibilidad de que la asociación entre estatus social y bienestar psíquico sea más complejo de lo que parece.