En un célebre experimento de hace medio siglo, se usó a personas que escuchaban una conversación diferente por cada uno de los auriculares. La dificultad de entender lo que decían dos personas simultáneamente era tan elevada, que solo acertaron a decir si se trataba de voces masculinas o femeninas. Ni siquiera sabían determinar el idioma en el que hablaban.
Posteriores experimentos han revelado que nuestra atención no es tan mediocre, pero tampoco es para tirar cohetes. ¿Por qué nos sucede esto?
El cuello de botella de la atención
En 1955, Colin Cherry llevó a cabo una serie de experimentos en los que se sugería que la atención humana era alarmantemente limitada, como demostraban las pruebas con una técnica llamada "escucha dicótica", en las que las personas llevaban auriculares y recibían un flujo auditivo diferente por cada oído (normalmente consistente en una secuencia de palabras).
En el experimento, los sujetos debían no solo repetir las palabras recibidas en cada oído, sino, a continuación, determinar qué palabra habían oído por el lado derecho y por el izquierdo. Los resultados eran sorprendentes, como explica Dean Burnett en su libro El cerebro idiota:
La mayoría de esas personas podían identificar si la voz de quien decía las palabras por el otro oído era masculina o femenina, pero eso era todo: ni siquiera acertaban a precisar en qué idioma las había dicho.
Estudios posteriores matizaron un poco estas conclusiones, advirtiendo que nuestro cuello de botella de la atención no era tan limitado. Uno de los trabajos capitales para cambiar esta percepción fue realizado por Daniel Kahneman en 1973. Sin embargo, los nuevos modelos de cuello de botella tampoco son mucho más amplios.
De hecho, estos nuevos modelos explican por qué somos incapaces de llevar a cabo de forma solvente la multitarea (como conducir y chatear por el móvil), a pesar de que juramos y perjuramos que sí somos capaces.
El modelo de capacidad limitada sí contempla la posibilidad de que el individuo preste atención a más de una cosa a la vez, pero solo hasta allí donde le lleguen los recursos para procesarlas eficazmente; en cuando una persona excede su capacidad, pierde la posibilidad de hacer el debido seguimiento de lo que pasa. Y los recursos son lo bastante limitados como para que parezca que, en muchas situaciones, sea un único flujo lo que podemos seguir.
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