¿Por qué nos cuesta recordar tanto lo que comimos?

¿Por qué nos cuesta recordar tanto lo que comimos?
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Tiendo a idealizar grandes comidas. Lo típico: acudes a un restaurante, pruebas un plato exquisito, hablas de ello a tus amigos y, con el transcurrir del tiempo, aquel lugar se convierte casi en el epicentro del desfase dionisíaco.

Lamentablemente, cuando regresar para llevar a algún allegado, descubres que el plato está bien, pero ya no es lo mismo. ¿Por qué sucede este fenómeno?

Recuerdos quebradizos

El recuerdo de lo que comemos es muy quebradizo. Si acudimos a un restaurante, dos semanas después es probable que olvidemos lo que comimos. Sobre todo si nos preguntan sobre los ingredientes y las combinaciones de sabores específicos.

Lo que sí podemos recordar con bastante fiabilidad es nuestra respuesta hedónica a aquel momento, es decir, recordamos que hemos disfrutado mcuho de la experiencia.

Incluso en el caso de que creamos recordar el plato en sí mismo, lo que recordamos esa esa respuesta hedónica. Con el tiempo, pues, vamos añadiendo elementos de nuestra propia cosecha a los elementos del plato, los sabores, las texturas, etc.

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Todo lo que tenga que ver con el recuerdo de lo que comemos, a decir verdad, es bastante engañoso, como explica Charles Spence en su libro Gastrofísica:

Por lo general, lo prestamos atención a lo que comemos. El cerebro hace un control de calidad inicial, para garantizar que a la comida o a la bebida no le pase nada y que su sabor sea más o menos el esperado (o predicho). Luego, una vez que sabemos que estamos a salvo, centramos los recursos cognitivos (lo que los psicólogos llaman atención) en cuestiones más importantes, como nuestros compañeros de mesa, el programa de televisión o el mensaje que nos acaban de enviar.

De echo, si el sabor de un aliemnto cambia mientras estamos comiendo, en muchas ocasiones la gente ni siquiera lo advierte. Y de eso se aprovechan muchas empresas alimentarias:

La idea básica sería concentrar todos los ingredientes sabrosos, pero poco saludables, en el primer bocado y quizá también en el último de una comida y reducir la concentración en el centro del producto, cuando los consumidores no prestan tanta atención a la experiencia gustativa. Por ejemplo, hablaríamos de una barra de pan con la sal distribuida asimétricamente hacia la corteza.

Qué le vamos a hacer. La memoria, en realidad, no funciona tanto como una biblioteca que consigna lo que nos pasa, sino como un relato que da sentido a lo que hacemos.

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