Los profesores no son tan importantes como parece

Los profesores no son tan importantes como parece
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Alrededor de la docencia abunda toda clase de teorías, algunas incluso contrapuestas: llevar o no uniforme, tamaño de la escuela, número de alumnos por clase, segregación sexual, estabilidad administrativa, dinero para la implementación tecnológica y, naturalmente, nivel de exigencia en el profesorado.

Pero, si bien es cierto que un profesor cualificado y bien preparado es mejor que uno mal cualificado y mal preparado, éste factor es solo uno más de la miriónima lista de factores importantes.

Otros factores

No todo el debate de la reforma escolar debe centrarse en el profesorado. De hecho, el profesor tiene menos influencia en el rendimiento de un estudiante que un conjunto de factores diferentes, tal y como explica Steven Levitt en su libro Piensa como un freak:

Cuánto han aprendido los chicos de sus padres, cuánto trabajan en casa, y si los padres les han imbuido el gusto por la educación. Si faltan estos inputs de carácter familiar, la escuela no podrá hacer demasiado. Tu hijo solo está en la escuela siete horas al día, 180 días al año o alrededor del 22 % de las horas de vigilia del niño. Tampoco todo ese tiempo se consagra al aprendizaje, hay que contar el tiempo para relacionarse y comer y los trayectos entre la casa y la escuela. Y en el caso de muchos niños, los primeros tres o cuatro años de vida son todo padres y nada escuela.

Esto supone formularse una pregunta espinosa: ¿quizá se exige demasiado a los colegios pero muy poco a los padres?

En nuestra sociedad, si alguien quiere ser peluquero o boxeador o guía de caza (o maestro), debe formarse y ser reconocido por una agencia estatal. No se solicita un requisito semejante para la paternidad. Cualquiera con órganos reproductivos tiene libertad para tener un hijo sin que se planteen preguntas, y para educarlo como quiera, siempre que no haya hematomas visibles; y luego entregan a ese chico al sistema educativo para que los profesores puedan ejercer su magia.

Además de los padres, entrados en la pubertad, la mayor influencia de los adolescentes son sus pares o semejantes, porque han entrado en la pertinaz carrera de la competencia sexual.

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