En estos tiempos en los que aspiramos a extremar las medidas para proteger a las mujeres de la violencia sexual, no podemos dar argumentos a quienes se posicionan en contra. O al menos, debemos aspirar a que sus argumentos sean sólidos, convincentes, para sacarnos del error (en el caso de que lo estemos).
Por eso, es importante afirmar que los orgasmos involuntarios, durante una violación, pueden darse, y que eso no significa en absoluto que la mujer esté sintiendo placer, o que no se haya resistido lo suficiente, o que se esté cumpliendo alguna clase de fantasía oscura consistente en transgredir algún tabú.
Estimulación forzada
Para estudiar hasta qué punto los orgasmos involuntarios durante una violación eran frecuentes, uno de los mayores expertos en fisiología de la sexualidad del Reino Unido, Roy Levin, publicó en 2004 la mayor revisión de bibliografía científica sobre la excitación sexual y orgasmos en casos de estimulación forzada o no consensuada.
Explica así algunas de las conclusiones de la revisión Pere Estupinyà en su libro S=EX2:
Tras una revisión de exámanes médicos a mujeres agredidas sexualmente comprobaron que efectivamente muchas lubrican, aumenta el flujo sanguíneo en los genitales, reconocen haber experimentado placer físico contra su voluntad, gimen de placer, y entre un 4-5 por ciento de los casos llegan a tener un orgasmo.
La existencia de orgasmos durante el sexo forzado de una mujer o una niña son una realidad. Como también la erección y el orgasmo en los hombres o los niños que son violados.
Pero estos automatismos no deberían hacer sentir culpabilidad o arrepentimiento a las víctimas. Estamos hablando de reacciones involuntarias del cuerpo. Esto ocurre porque el estímulo sexual puede darse también por un simple proceso físico:
Esta primera excitación espontánea responde a un mecanismo autónomo a nivel subcortical, que luego nuestra sofisticada corteza cerebral puede decidir inhibir o potenciar. Ahora bien, hay situaciones en las que el sistema de inhibición puede bloquearse por completo, como durante la intoxicación etílica, el consumo de drogas o estados de shock profundo como el producido por una violación.
Un orgasmo, pues, no significa nada. Puede ser algo parecido a un bostezo. Por eso, pueden darse orgasmos espontáneos durante el sueño, o mientras practicamos determinados ejercicios físicos.
También sucede algo similar con la lubricación, pues en ella tiene un importante papel el sistema nervioso simpático (SNS):
Estudios de laboratorio han demostrado que el estrés, el miedo, el dolor o la repulsión suelen disminuir la respuesta sexual, pero que en contadas ocasiones interfieren en el SNS y generan el efecto contrario: incrementan el flujo sanguíneo a los genitales y, por tanto, la lubricación. En estos casos, el estrés de la violación no sólo no sería un impedimento para que los genitales reaccionaran, sino que incluso podría ser una ayuda desencadenada por una reacción automática totalmente involuntaria.
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