Algunos estudios recientes concluyen la existencia de un circuito de anti-recompensa en nuestro cerebro, una red de regiones cerebrales que origina reacciones emocionales y físicas negativas a las cosas, por contrapartida al circuito de recompensa del cerebro.
El sistema de anti-recompensa, pues, básicamente lo que hace es que nos sintamos infelices. Pero ¿para qué existe algo así en nuestro cerebro?
Compensador de la felicidad
Si bien no se conoce en tanto detalle como el sistema de recompensa, el sistema de anti-recompensa involucraría a ciertas regiones de la amígdala y la estría terminal (próxima al tálamo), y dependería de los neurotransmisores factor liberador de corticotropina (CRF) y dinorfina. Como explica Dean Burnett en su libro El cerebro feliz:
Se han detectado niveles anómalamente elevados de CRF en el líquido cerebroespinal de personas fallecidas de suicidio, y las dinofirnas han sido reiteradamente vinculadas con el estrés y la depresión. Se cree que ambos neurotransmisores causan disforia, un profundoe estado de desazón y depresión que es básicamente lo contrario a la euforia.
¿Para qué existe algo que nos hace sentir desazón en el cerebro? Lo que se sabe es que este sistema se activa cuando lo hace el circuito de recompensa. Es decir, que experimentamos desazón cuando experimentamos placer.
Es como si esta desazón redujera un poco nuestro grado de placer, como si evitara que nos fuéramos demasiado arriba. Como un regusto de desagrado que controla nuestro entusiasmo y no "refrena". Con todo, hay más hipótesis:
O puede que sea simplemente para mantener operativo el sistema opuesto. Muchas funciones biológicas están controladas por dos sistemas opuestos, como en el caso de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático y tiene que haber entonces un nivel basal de actividad en cualquiera de los dos para mantener vivas las células que los componen.
Lo intersante de este delicado equilibro, en el que el fiel de la balanza intenta ni inclinarse demasiado hacia un lado u otro es que puede estropearse, por ejemplo, si consumimos algunas drogas en exceso, por ello, quizás, muchos adictos terminan con un sistema de recompensa que apenas responde a los estímulos: el sistema de anti-recompensa es exageradamente hiperactivo. Por eso, muchos consumidores crónicos no se drogan tanto por placer como para sentirse "normales" de nuevo, pues la droga es lo único que frena el sistema de anti-recompensa.
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