La mayoría de la gente no está preparada para ganar la lotería. Aunque creamos lo contrario, aunque estemos convencidos de que, tras un golpe de suerte como ése, gestionaremos adecuadamente el dinero para vivir el resto de nuestra vida sin trabajar, lo cierto es que muy pocos son los que están preparados para recibir de un solo golpe una gran cantidad de dinero. La mayoría de gente lo despilfarrará.
Basta con que busquéis las biografías de los ganadores de los premios gordos de la lotería. La mayoría son historias efímeras. Un estudio de 2001 en Estados Unidos, dirigido por el National Endowment for Financial Education, sugería que alrededor del 70 % de la gente que recibe enormes cantidades de dinero de una vez lo gasta todo en los dos primeros años.
Otro ejemplo lo observamos en el caso de la reserva de Samson Cree en Hobbema, Alberta, que está enclavado sobre un yacimiento petrolífero. En esas zonas, entre las reservas de indígenas con importantes ingresos por gas o petróleo, es común que se entreguen grandes sumas de dinero a las personas que alcanzan la mayoría de edad. Concretamente en Samson Cree, las familias percibían casi 3.000 dólares en derechos cada mes, y a los adolescentes se les entregaba 100.000 dólares cuando cumplían 18 años. Sin embargo, Hobbema en Hobbema hubo una oleada de suicidios: de 6.000 habitantes, había unos 300 suicidios anuales.
Relacionar los suicidios con este incentivo económico es quizá aventurado, pero muchos habitantes de Hobbema refieren casos de chicos que gastan el dinero recibido en pocos meses y luego se suicidan, cuando descubren atónitos que se han quedado sin nada y que ya no pueden continuar con su estilo de vida desenfrenado.
Otros estudios empíricos sugieren que recibir grandes cantidades de dinero de una sola vez influye negativamente en la responsabilidad que tenemos sobre ese dinero. Por ello fue desestimada una propuesta llevada a cabo por Bruce Ackerman y Anne Alstott en The Stakeholder Society (La sociedad participativa) a fin de conseguir que se rompieran las grandes concentraciones de riqueza y que cada habitante tuviera, de base, un número de oportunidades más equitativo.
Lo explica así Joseph Heath en Lucro sucio:
Ackerman y Alsott sugieren que los impuestos de sucesiones deben incrementarse para financiar una transferencia de dinero efectivo a cada nueva generación de ciudadanos estadounidenses, 80.000 dólares por persona, que se recibirían entre los 18 y los 25 años. La idea es crear igualdad de oportunidades “nivelando el terreno de juego” desde el inicio de la madurez. Esto se presentó como una propuesta de legislativa seria, completada con cálculos de cuánto costaría (225.000 millones de dólares por año), cómo puede organizarse la financiación, etcétera. La esperanza que tienen es, obviamente, que la gente hará algo sensato con los 80.000 dólares, como pagar una educación universitaria o comprar un fondo de inversión colectiva. Si la gente tuviera que invertir el capital sabiamente, la suma de 80.000 dólares podría generar un flujo de rentas que sería más generoso que las prestaciones sociales disponibles para los individuos solteros en la mayoría de las jurisdicciones.
Seguramente si se hubiera aplicado la medida, mucha gente hubiese empleado ese dinero de forma irresponsable, de esa manera irresponsable en la que la mayoría de nosotros manejamos las grandes transferencias de dinero llegadas por un premio de la lotería o una herencia. Sólo basta echar un vistazo a cómo los estadounidenses gestionan su dinero: aplazan más de 650.000 millones de dólares sólo en deuda de tarjeta de crédito, a tipos de interés prohibitivos. El autocontrol, pues, no parece una característica en un mundo donde se mezcla nuestro cerebro, los anuncios de objetos mercables en grandes cantidades y variedades y las opciones cada vez mayores de incrementar la liquidez de forma rápida.
Por si esto fuera poco, todo parece indicar que incrementar la renta (cuando ya tenemos una renta aceptable) no nos hace necesariamente más felices, como ya os expliqué con detalle en el artículo ¿Los ricos son felices?
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