Tras ver la película Doce hombres sin piedad, uno asume que el juicio de la gente depende de mil arbitrariedades extramuros de la lógica y la razón. Somos benévolos o severos con los demás por motivos circunstanciales y azarosos, casi como caprichos gastronómicos; y cuando no es así, los motivos suelen estar bajo el nivel de consciencia.
Según un estudio realizado por investigadores del Brooklyn Collage, incluso el sabor que experimentamos en nuestro paladar en un momento dado puede decantar la balanza de nuestro juicio sobre los demás: un sabor desagradable puede que empujarnos a emitir un juicio más severo.
Para probarlo, los investigadores preguntaron a 57 estudiantes acerca de actos de dudosa moral, como el soborno aceptado por políticos o que alguien decida comerse a su perro. Para evaluar los actos, debían puntuarlos de 0 a 100, siendo 100 la peor evaluación para un actor moralmente reprobable. Antes de ser sometidos a las preguntas, los estudiantes probaron tres tipos de bebidas: Bitter sueco, ponche de bayas dulces y agua.
Los estudiantes que probaron la bebida más amarga emitieron una evaluación promedio de 78. Los del ponche dulce, puntuaron con un 60. Los que bebieron agua, puntuaron 62. Solo el sabor amargo, pues, parecía suscitar el juicio severo.
El estudio fue realizado por Kendal Eskine y otros y publicado en Psychological Science, bajo el título de “A Bad Taste in the Mouth: Gustatory Disgust Influences Moral Judgment”.
Vía | Pubmed
Imagen | Steve Corey
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