Ya lo decía el filósofo Gustavo Bueno: 100 individuos, que por separado pueden constituir un conjunto distributivo de 100 sabios, cuando se reúnen pueden formar un conjunto atributivo compuesto por un único idiota.
Abundando en el artículo La mayoría se equivoca: matemáticamente comprobado, hoy os expondré algunos experimentos psicológicos que vienen a apuntar que nosotros, individualmente, solemos hacemos trampas cuando buscamos la verdad. Pero si estamos en grupo, el grupo todavía hace más trampas: la democracia del pensamiento, en ese sentido, es más un problema que una solución.
La diversidad de voces no ofrece más garantías de obtener la verdad, como sostiene Dieter Frey, profesor de psicología en Munich. Los grupos se aferran más habitualmente que los particulares a las informaciones que les resultan agradables, dudan menos del acierto de sus decisiones y hacen menos caso de los argumentos contrarios, por muy cargados de razón que vengan.
En la serie experimental se pidió a los participantes que tomaran en común una decisión (provisional) que debían elegir entre varias alternativas. Cuando el grupo consiguió ponerse de acuerdo, se les ofreció la posibilidad de recabar hasta 10 informaciones adicionales acerca de la decisión tomada.
La mitad de éstas eran positivas y las demás tendían a contradecirla. Cada equipo estaba formado por tres sujetos como mínimo, y en conjunto representaban una gama ideológica bastante amplia. Se hizo mucho hincapié en que las decisiones tomadas serían reversibles hasta el último momento.
Todo sucedió como si la participación en un grupo estrechara la visión de los afectados, lo cual quedó confirmado al plantearles primero la decisión a solas, después en el seno del colectivo y después otra vez a solas.
También el tamaño de los grupos influye en la anchura del horizonte mental de los mismos. Cuando el número de afiliados crece, la convicción en cuanto al acierto de las decisiones también lo hace. En ellos es también especialmente unilateral la búsqueda de informaciones favorables, y rechazan la disonancia.
Así pues, los equipos homogéneos formados exclusivamente por seguidores fieles a una línea de partido político, por ejemplo, están más cohesionados, y son muy selectivos. Las minorías que sustentan opiniones discrepantes suelen fomentar un tratamiento más equilibrado de la información, aunque también la pertenencia a un grupo sectario tiende a reforzar los rasgos de obstinación ya presentes en el individuo.
¿Por qué se produce esta mentalidad gregaria y se usan anteojeras ideológicas? Por una parte, la situación grupal genera una cierta necesidad de justificación. Los afiliados se convencen los unos a los otros, se reafirman, buscan la tranquilidad mental y la seguridad en el seno del grupo. Las informaciones subversivas siempre son inoportunas, por cuanto amenazan la armonía colectiva.
Otra cosa que producen los colectivos es una disolución automática de la responsabilidad. El pensamiento crítico e independiente es la primera víctima de esas tendencias uniformadoras.
Lamentablemente, cada vez más las decisiones socialmente importantes son tomadas por gremios y equipos, relegándose la opinión individual y heterodoxa. En el mundo de la industria, por ejemplo, no es raro que las empresas organicen lo que llaman mind guards, es decir, un centinela intelectual que protege al colectivo evitando que sea molestado por informaciones negativas o susceptibles de arrojar confusión.
Vía | Falacias de la psicología de Rolf Degen
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