Las cosas, cuanto más escasas son, más valor por nuestra parte obtienen. Así es como funcionan las piezas de coleccionista, por los que la gente puede pagar millones simplemente porque son únicas o hay muy pocas copias. Pero esa máxima incluso puede influir en cómo percibimos esas cosas, incluso a través del gusto. Por ejemplo: no no sabe igual una galleta si hay muchas que una galleta cuando hay pocas.
Es al menos lo que sugiere un estudio de 1975 del psicólogo Stephen Worchel, de la University of Hawaii, en Hilo: las galletas de un tarro casi vacío saben mejor que las mismas galletas de un tarro lleno. El estudio llevaba por título “Efectos de la oferta y la demanda en la calificación del valor del objeto“ y fue publicado en Journal of Personality and Social Psychology.
Lo explica así Richard Wiseman:
Imagina que te dan un tarro con diez galletas y te piden que saques una, le des un mordisco y puntúes su calidad y sabor. Ahora imagina que te piden que hagas exactamente lo mismo, pero esta vez con un tarro en el que hay dos galletas. Parece razonable suponer que el número inicial de galletas de cada tarro no afecta a las puntuaciones. Razonable sí, pero falso. (...) En parte, deseamos y apreciamos un objeto por lo fácil o difícil que sea de obtener.
Pero Worchel no se quedó allí en su experimento y también investigó si este principio funciona mejor cuando la escasez de un producto es constante o bien reciente. Los resultados demostraron que el principio de escasez funciona mejor en los productos cuya escasez es un hecho reciente.
Vía | Rarología de Richard Wiseman
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