Reírse de El Cordobés ha sido considerado peliagudo por mucha gente, aunque tal vez haya sido una mezcla de catarsis necesaria, desdramatización y, por qué no, incluso cierto efecto disuasorio.
Porque la risa puede ser útil para combatir ciertas ideologías turulatas. Por ejemplo, los neonazis.
Chaplin
Los supremacistas blancos y los neonazis están teniendo su momento de gloria. El ex asistente del Ku Klux Klan, David Duke, está de vuelta, una vez más, al centro de atención de los medios de comunicación, mientras que nuevas figuras como el supremacista blanco Richard Spencer o Christopher Cantwell están transmitiendo sus opiniones a través de internet.
Frente a esta sinrazón, caben varias posturas: temer, ignorar, luchar...
Cuando Hitler convencía a las masas con sus ideas, muchos optaron por razonar, argumentar, combatir intelectualmente. Charles Chapin, así como otros cómicos, respondieron a la amenaza mortal que los nazis planteaban de una manera diferente: emplearon el humor para resaltar el absurdo y la hipocresía tanto del mensaje como de su notorio mensajero.
A finales de 1940, Charlie Chaplin, estrenó El Gran Dictador, a menudo considerado como el último gran filme de Chaplin. Éste fue advertido en 1939 de que la película podría ser rechazada en Inglaterra y enfrentarse a la censura en Estados Unidos. Las facciones políticas de ambas naciones estaban ansiosas de aplacar al impredecible y enojado Hitler, y El Gran Dictador era capaz de enfurecer a los nazis. Todavía más.
A pesar de todo, Chaplin porfió en producir la película y la estrenó. En 1940, el año de su lanzamiento, El Gran Dictador fue la tercera película de mayor recaudación en los Estados Unidos.
Aquella sátira se burlaba de la absurdidad de Hitler, del solipsismo y de la vanidad desmedida, al mismo tiempo que resalta el cautiverio psicológico de Alemania frente a aquel fraude político. El éxito del filme provocó que se produjera una docena de películas en la misma línea, siendo la más conocida de todas Ser o no ser, de Ernst Lubitsch.
Al parecer, las fuentes aseguran que Hitler vio El gran dictador. Dos veces. Entrevistado para un documental de 2001, Reinhard Spitzy, un íntimo de Hitler, dijo que fácilmente podría imaginar a Hitler riendo en privado con el burlesco de Chaplin. Tal vez todo ese movimiento de burla sirvió para quitarle importancia a la grandilocuencia de aquel movimiento político. Tal vez no. Como cualquier otra postura que tomemos al respecto. Quizá, por ello, no deberíamos desdeñar ninguna forma de lucha. Ni siquiera la sátira.
Vía | The Conversation
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