A fin de reconciliar nuestros valores morales y formas de engaño, nuestra mente confunde activamente los recuerdos que albergamos de nuestros actos. Los momentos donde nuestra moral fue cuestionable, como aquel día que hurtamos algo del supermercado, quedan olvidados o minimizados por nuestro cerebro.
Este sesgo se ha vuelto a confirmar ahora con un nuevo estudio que ha sido publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences por parte de investigadores de la Universidad de Princeton.
Tal y como señalan los autores a propósito de nuestra capacidad de autoengañarnos para vernos a nosotros mismos como mejores personas de lo que somos:
Debido a que la moral es una parte tan fundamental de la existencia humana, las personas tienen un fuerte incentivo para verse a sí mismas y ser vistos por los demás como personas morales.
Los experimentos
El estudio ha sido llevado a cabo a partir de nueve experimentos en los que han participado 2.109 sujetos, en la que se pusieron de manifiesto diversas estrategias para borrar o minimizar las connotaciones negativas de algunas acciones moralmente cuestionables.
Algunas de estas estrategias tomadas fueron establecer fuertes justificaciones de la conducta escogida, deshumanizar a las víctimas de las malas acciones realizadas, o incluso tergiversar las reglas morales para realizar la acciones en consonancia con sus valores.
En el primer experimento, los investigadores pidieron a 400 participantes que escribieran sobre experiencias éticas positivas, negativas y neutras, y que ,a continuación, calificaran la claridad con la que recordaron las experiencias. Los investigadores advirtieron que los recuerdos vinculados a hechos poco éticos fueron menos intensos que los recuerdos en cualquier otra categoría.
A continuación, los investigadores pidieron a 343 participantes que recordaran no sólo su propio comportamiento ético y no ético en el pasado, sino que evaluaran también el de otras personas también. Los participantes volvieron a tener problemas para recordar con claridad su propia mala conducta, pero recordaron con igual claridad las hazañas éticas y no éticas de los demás.
En el tercer experimento, 70 participantes jugaron un partido consistente en tirar una moneda al aire, donde fácilmente podrían hacer trampas para ganar dinero. El 42% de los participantes que hicieron trampas no tenían recuerdos claros de sus trampas dos semanas más tarde en comparación con sus homólogos honestos. Pero esos tramposos sí que tuvieron igualmente que los no tramposos un buen recuerdo de lo que habían cenado la noche del juego.
El resto de experimentos fueron similares y ofrecieron datos igualmente concluyentes al respecto de que el comportamiento deshonesto era más olvidadizo que el honesto.
Vía | Ars Technica
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