Hasta aquí la parte positiva. Pero también hay un lado oscuro. Igual que sucede con el placebo (por ejemplo, al emplearlo en exceso en una enfermedad que necesita una medicina real), la fe puede ponerse en nuestra contra cuando hablamos de nuestra psiconeuroinmunología.
Kenneth Pargament, psicólogo y profesor de la Universidad Bowling Green, de Ohio, sugiere que, ante determinados problemas, uno puede llegar a pensar que ha sido abandonado por ese dios en el que cree, o que quizá su antagonista, el diablo, está haciendo de las suyas, quizá castigándole por algún desliz moral. Y entonces, la fe se convierte en una amplificación del tormento.
Pargament estudió a 596 personas que estaban hospitalizadas tras haber sufrido varias enfermedades. Todos ellos superaban los 55 años y declaraban que se sentían despreciados, abandonados o castigados por Dios. Los pacientes sumidos en este dilema religioso tenían entre un 6 y un 10 % más riesgo de morir en comparación con los que no estaban en esa situación.
El peor pronóstico se lo llevaban los pacientes que creían que el diablo era el responsable de su enfermedad: tenían entre el 19 y el 28 % más de probabilidades de morir durante el periodo de estudio de dos años.
Pargament es judío y tiene fuertes convicciones religiosas, así que también teoriza sobre la razón de que las creencias religiosas puedan ser tan positivas y, a la vez, tan negativas. Él cree que todo depende de lo madura que sea nuestra idea de Dios.
Es decir, si creemos en un Dios que se inmiscuye en cada uno de los detalles de nuestra vida o que nos castiga o nos premia, que nunca permitirá que pase nada malo, etc.; seremos los más propensos a sufrir la parte negativa de la fe. Sin embargo, si creemos en un Dios de decisiones inescrutables, tanto para la bueno como para lo malo, entonces podemos sentirnos más fácilmente protegidos o dirigidos hacia un fin último.
En otras palabras, la fe tiene más efectos positivos cuanto más nos desvinculamos de nuestros juicios y permitimos que algo superior e inexplicable (que tampoco debe admitir duda) dirija en última instancia nuestra existencia. Aunque ni siquiera entendamos para qué (de hecho, es importante no entederlo).
¿Los filósofos clásicos, los estoicos que se afincaban en la ataraxia, obtendrían los mismos beneficios en la salud gracias a su pasotismo? ¿Sería un buen equivalente laico a la religión?
Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood
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