Según sugiere este nuevo estudio, aún preprint, la gente evalúa más negativamente las opiniones políticas moderadas en comparación con las extremas.
Las personas que se desvían de las normas del grupo plantean problemas a su endogrupo, pero no todas las formas de desviación son equivalentes.
Cuatro experimentos distintos
El estudio se dividió en cuatro experimentos. Los participantes pensaron que tanto los demócratas (Experimento 1) como los republicanos (Experimento 2) verían a los candidatos políticos moderados de manera más negativa (por ejemplo, menos leales, con menos principios, más propensos a desertar) que a los candidatos extremos. Además, estas evaluaciones relativamente negativas de los moderados se extendieron a los miembros de base de los partidos demócratas (Experimento 3) y republicanos (Experimento 4).
Estos hallazgos sugieren que las personas comprenden intuitivamente la dinámica de grupo subjetiva y, cuando se aplica a la política, esta comprensión puede tener consecuencias importantes sobre cómo las personas con creencias moderadas y extremas se involucran en el discurso político.
Lo que subyace, pues, es que las personas que se desvían de las normas prescriptivas del grupo pueden dañar a su grupo al difuminar percepciones de consenso, lo que erosiona la legitimidad de la posición de un grupo.
Sin duda, otra prueba de la tendencia a afiliarse con los más extremos, en comparación con los más moderados. Y de cómo la democracia se ve afectada por ello, amén de que los políticos también se aprovechan, radicalizándose en sus discursos, sobre todo empleando la demagogia y el populismo.
Por eso, quizás, en la cuna de la democracia, de hecho, se usaba una máquina para escoger a los cargos electos porque uno no podía fiarse de las veleidades de los administradores: el kleroterion fue este dispositivo, utilizado en las polis durante el periodo de la democracia ateniense, para seleccionar aleatoriamente a los ciudadanos que participarían en la mayoría de cargos estatales.