Una ONG que funciona como una máquina tragaperras

Una ONG que funciona como una máquina tragaperras
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Una organización no gubernamental (por ejemplo, una empresa con fines de lucro) siempre está a la búsqueda de nuevas formas para que las personas contribuyan de algún modo. Sin embargo, ¿por qué no aprovechar el impulso ludópata de tantas personas para conseguirlo de una manera más eficiente?

Ésa es la lógica que subyacía en SpinForGood, un sitio de juego social donde la gente compite con otros jugadores y, si ganan, donan sus beneficios a su entidad béfica favorita.

A la gente le encanta jugar, y también apostar su dinero, sobre todo en juegos online. Millones de euros se gastan en tragaperras virtuales u otros sucedáneos, y en muchos casos los beneficios que se pueden obtener ni siquiera son reales, sino simulaciones lúdicas en forma de monedas de oro, por ejemplo.

Así pues, si la gente está dispuesta a pagar dinero real para jugar o incluso obtener dinero de mentira, ¿por qué no usar ese impulso para algo más útil. Es lo que sostuvieron Levitt y Dubner en su libro Piensa como un freak:

Es decir, si la Sociedad Americana contra el Cáncer ofreciera un juego online que fuera igual de divertido que el que ya estás jugando, ¿no preferirías que el dinero fuera allí? ¿No sería todavía más divertido jugar y hacer del mundo un lugar mejor al mismo tiempo?

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Una tendencia pujante

Cada mes, miles de personas se dan de alta como usuarios de juegos online. El póquer, la ruleta o el blackjack son algunos de los juegos preferidos por los españoles.

La cifra de jugadores lleva cuatro años al alza. A través de dirección general de Ordenación del Juego, se ha cifrado el gasto de los españoles en este tipo de prácticas en poco más de 2.176 millones de euros. Un año después había crecido hasta los 5.600 millones y, ya en 2015, se acercó a los 8.563 millones de euros. Es decir, el volumen de apuestas se ha multiplicado por tres en tan solo cuatro años.

Los jugadores patológicos muchas veces son miembros de una misma familia, pudiendo establecerse así una relación genética entre la afición al juego o la ludopatía y los genes.

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