Según la memética, todos nosotros somos excelentes imitadores de los demás. De hecho, las bases de nuestro lenguaje, nuestra expresión artística, las corrientes ideológicas, las modas, la música, etc. surgen de la interacción memética. Los memes serían como los genes, pero a nivel informativo, a nivel cultural.
En ese sentido, la originalidad no es tal sino la combinación de memes que el autor ha recebido de los demás. Por ello, un autor, en realidad, lo único que hace es copiar parcialmente el mundo memético en el que está inmerso. Y también, por ello, en un ambiente memético con miles o millones de individuos, lo estadísticamente lógico es pensar que existen muchos más individuos que han combinado los memes de la misma forma que el autor brillante.
Sin embargo, las estructuras sociales que nuestros cerebros incapaces de imaginar grandes poblaciones han originado para valorar el genio no permiten, por su propia esencia, que muchos genios aparezcan simultáneamente: ello menoscabaría el genio escogido, reduciría las ventas, complicaría las discusiones sobre crítica de arte, etc. (Internet, afortunadamente, está debilitando estas estructuras sociales, cada vez descubrimos más autores en todas las áreas que son igualmente brillantes; pero las estructuras psicológicas permanecen individualmente, porque, como dije antes, están codificadas en los genes heredados de homínidos que se desarrollaron en sociedades de pocos individuos).
Lo cual abre una línea de debate no menos interesante: aceptando que somos demasiados los individuos que potencialmente podemos ser artistas geniales, esta criba espontánea y natural (aunque injusta y caprichosa), ¿es útil y debe preservarse o quizá habría que apostar por otro modelo cultural? Difícil cuestión, pues la estructura actual se halla ciertamente muy arraigada.
Aunque Internet, que permite que cada vez podamos ser más escritores, más directores de cine, más autores con voz y voto (el mismo Ramoncín criticaba esta tendencia diciendo que al final habría más cantantes produciendo música que escuchando música), en definitiva, puede cambiar esta idea de Autor por primera vez en la historia. Internet es la forma más revolucionaria de demostrarnos que somos muchos más en el mundo de lo que creemos. Que no somos tan especiales. Que hay más gente que piensa y padece las mismas zozobras que nosotros.
Concluyendo y uniendo las dos ideas fundamentales vertidas; a saber: 1) que las invenciones son sólo mezclas de invenciones que flotan entre nosotros nacidas de los miles de cerebros que nos rodean, combinaciones fortuitas que normalmente no salen a la luz porque nadie las apoya; y 2) Que somos incapaces de asimilar cifras grandes de personas y así preferimos centrarnos emocionalmente en grupos pequeños o personas individuales pese a que existan muchos seres que en potencia deberían merecer nuestra atención.
Uniéndolas, digo, ponemos de manifiesto nuestra obsesión por buscar la autoría de cualquier idea, libro o invento.
Pero, así como las modas no tienen autor sino que nacen de la sinergia de comportamientos colectivos; las ideas, corrientes de pensamiento, inventos o libros tampoco tienen más autor que la infoesfera en la que vivimos todos inmersos. Será interesante ver cómo todas estas nuevas ideas van calando poco a poco en el mundo, provocando cambios que somos incapaces de predecir.
Porque cuanto menor es el control en los derechos de autor, mayor y mejor es la creación de los autores. Pues la creación original en esencia es la reformulación y la mixturización de cosas ya existentes. La mutación, el plagio, la retroalimentación y la sinergia son factores coadyuvantes para el progreso de la cultura, la creatividad y el arte. En un mundo donde la copia puede ser a bajo coste, la figura de la usurpación intelectual pierde sentido: si ofrecemos el fuego de nuestra vela para encender otra vela, no perdemos el fuego de nuestra vela sino que tenemos dos velas encendidas, la propia y la ajena.
De los cruzamientos nacen nuevas cosas, del mestizaje, del batiburrillo, del caos. El pedigrí nos debería levantar ampollas. Deberíamos desdeñar el celibato monacal, la sangre azul aristocrática, estéril, endogámica, sin visos de futuro.
El modelo de negocio ha cambiado tal y como cambió en el pasado cuando se inventó la nevera, desplazando el trabajo de los que iban en busca de bloques de hielo a la cima de una montaña. La compra de una nevera no debería implicar el pago de un canon para subsanar la incapacidad del buscador de hielo en buscarse otro medio de subsistir.
Ya sabéis, el lema de Apple: rip, mix and burn. Tomar la creatividad de la cultura que nos rodea, mezclar esa creatividad con el talante del propio artista y luego copiar esa nueva creación, como hicieron casi siempre las grandes empresas de entretenimiento, como Disney absorbiendo cuentos populares. O como hacen los científicos que se basan en las teorías de otros científicos sin pedir permiso. O como hacen compañías de teatro que crean adaptaciones de las obras de Shakespeare, difundiéndolas, promocionándolas, adaptándolas a las nuevas realidades.
Otro punto que quiero resaltar es una cita de 1998, de un tal Coombe, entresacada del libro de Joost Smiers y Marieke von Schkndel Imagine… No Copyright. Es una cita algo densa, pero vale la pena leerla con atención:
Las prácticas dialógicas posmodernas de la parodia, el pastiche, la ironía y la crítica social se contradicen con el monologuismo del discurso legal actual que otorga monopolios sobre el significado, por autoridad que se confiere al nombre propio en forma de propiedad.
Dicho de un modo más accesible: el copyright que impone el modelo derechos de autor que ahora se defiende permite a las empresas que producen cultura poner pleitos por difamación o por uso ilegal de marcas para perseguir a cualquier que dé un giro no deseado a un producto de la cultura popular.
Vía | No Logo o Imagine… no Copyright de Joost Smiers y Marieke Van Schijndel / Copia este libro de David Bravo / Cultura libre de Lawrence Lessig / No Logo de Naomi Klein / La máquina de los memes de Susan Blackmore / La ciencia de la belleza de Urlich Renz / Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond / Cómo funciona la mente de Steven Pinker / Sistemas emergentes de Steven Johnson / El meme eléctrico de Robert Aunger.
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