La imprenta trajo consigo una revolución sociocultural pareja a la que siglos más tarde traería internet. Y uno de los epicentros de esta transformación, cual Silicon Valley de la época, fue Venecia.
A finales del siglo XV, cerca de 250 ciudades europeas tenían imprenta, y unos 12 millones de volúmenes ya habían salido de sus prensas. Pero en Venecia, los impresores estaban más cómodos que en cualquier otro sitio por dos razones. La primera razón es que en Venecia había mucha más estabilidad política. La segunda razón es que Venecia, por aquel entonces, era la ciudad más rica de toda Europa.
Regiomontano
En Venecia se imprimían toda clase de libros exentas de tanta censura, así como un número sorprentende de obras científicas. La figura más relevante en este sentido fue Erhard Ratdolt, que llegó procedente de Alemania a Venecia allá por el año 1475, poco después de que abriera la primera imprenta de la ciudad.
Asociado con otros alemanes, Ratdolt publicó su primer libro: el Calendarium de Regiomontano, un almanaque que contenía datos astronómicos y fechas de los días festivos y de ayuno, y que mostraba además cuándo entraba el sol en los distintos signos del zodiaco. Ratdolt lo publicó en italiano y en latín.
Se puede decir que Regiomontano Campirano fue verdaderamente un niño prodigio. Dio muestras de un enorme talento desde muy temprana edad y una habilidad sorprendente para las matemáticas. Como muestra de esto, a la edad de once años se matriculó en la Universidad de Leipzig para estudiar dialéctica, continuando los estudios universitarios desde 1447 hasta 1450.
Alentado por el éxito de aquella obra, Regiomontano decidió convertirse en su propio impresor, como hoy en día sería alguien que se autoedita de forma masiva a través de internet. Así, además de ser astrónomo, Regiomontano fue el primer impresor independiente de su clase que ya no debía depender del mecenazgo de los nobles y de los príncipes de la Iglesia.
No solo publicaba sus obras, sino las obras de otros astrónomos que consideraba importantes. El primer libro que publicó ostentando este estatus fue Theoricae novae planetarum, de Georg Puerbach, en homenaje a su mentor y maestro. Más tarde publicaría otros escritos de Ptolomeo y Euclides.
Y, finalmente, empezó también a publicar efemérides anuales (libros de tablas astronómicas), en las que se reflejaban las posiciones de las estrellas y los planetas, junto con otras informaciones celestes.
Estos datos fueron publicados ininterrumpidamente para ser usados en la navegación, la astrología y el estudio de la astronomía, y cuando Regiomontano falleció, otros siguieron su estela, tal y como abunda en ello Violet Moller en su libro La ruta del conocimiento:
Hoy en día se encarga de producirlas la NASA, utilizando un software diseñado especialmente al efecto, y se usan sobre todo para pilortar naves espaciales.
Regiomontano siempre había creído que la imprenta era un gran difusor del conocimiento, y que esta tecnología debía usarse para promocionar tal conocimiento. A él le debemos en parte el éxito de la imprenta, y por eso el cráter lunar Regiomontanus lleva este nombre en su memoria. El asteroide (9307) Regiomontanus también conmemora su nombre.