Craig Venter parece un personaje de ficción. Podría protagonizar un película tipo Iron Man, eclipsar a Tony Stark. Sí, Craig Venter, más que un científico, parece un superhéroe con visión de ciencia ficción utópica.
A bordo de su yate de investigación Sorcerer II ha recorrido los mares durante cinco años, tal y como lo hizo en su día Charles Darwin a bordo del Beagle. Pero la misión de Venter, sin embargo, es una distinta a la de Darwin. Su misión es obtener combustibles de bajo coste, vacunas de alto rendimiento y una agricultura cuya producción sea cincuenta veces más eficiente que la actual.
Buscando algas
Lo que en realidad ha ido buscando Venter durante su periplo han sido algas a fin de pasarlas por un secuenciador de ADN. Empleando esta técnica, Venter ha concebido una biblioteca de más de 40 millones de genes distintos, que ahora quiere emplear para diseñar nuevas algas, cuya maquinaria molecular sea capaz de absorber dióxido de carbono y agua para crear petróleo o cualquier otro combustible.
A través de este método, Venter también aspira a fabricar vacunas nuevas en veinticuatro horas, en lugar de los dos o tres meses que se emplean ahora. Manipulará cultivos para incrementar su producción hasta límites inimaginables.
En definitiva, toda una serie de retos biotecnológicos que suenan a delirios de un genio loco. Y quizá Venter comparta algunos genes con los genios locos, pero no podemos desdeñar su trabajo, porque Venter ya nos ha dejado anonadados anteriormente en otras empresas igualmente ambiciosas.
ADN Man
Craig Venter ya es un hombre sexagenario. Tiene aspecto de Gandalf, pero se desvirtúa un poco debido a su camisa hawaiana y sus chanclas. Hasta tiene un perro que se llama Darwin. Y ha hecho magia.
Ahora dispone de sus propias instalaciones, el Instituto J. Craig Venter, en San Diego, en la costa oeste de Estados Unidos. No es extraño, pues Venter es el Steve Jobs de la biotecnología.
Pero hace unos años, Venter tuvo que demostrar de lo que era capaz. En 1990, el Departamento de Energía de Estados Unidos y el Instituto Nacional de Salud lanzaron al alimón el Proyecto Genoma Humano. Algunos no confiaron en que algún día se pudieran secuenciar los 3.000 millones de pares de bases que componen el genoma humano, y otros sencillamente consideraron que la empresa se alargaría durante décadas.
Pero en el año 2000, Venter y su compañía Celera se pusieron manos a la obra y, en menos de un año, obtuvieron la secuencia completa del genoma humano. Más rápido que el gobierno, y a un precio mucho más económico: de 10.000 millones presupuestados, Venter lo hizo por 100 millones.
En 2010, Venter saltó de nuevo a los medios de comunicación al anunciar la creación de una forma de vida sintética, que él mismo describió como: “la primera especie autorreplicante que hemos tenido en el planeta y cuyo padre es un ordenador”.
Con este currículo, muchos tienen puestas sus esperanzas en este biotecnólogo con aspecto de Gandalf y ambiciones de Tony Stark, la versión biotecnológica de Charles Darwin. Esperanzas en que el mundo sea, dentro de muy poco, un lugar mucho mejor.
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