Antimonio: peor que la sangre de Alien. Y además mató a Mozart y obsesionó sexualmente a Newton

Antimonio: peor que la sangre de Alien. Y además mató a Mozart y obsesionó sexualmente a Newton
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La fuerza de un ácido se mide con la escala del pH: los números más bajos corresponden a los ácidos más fuertes. Así que si recordamos la sangre de los alienígenas con vocación de trituradoras de la película Alien, deberíamos concluir que es una sangre con un número realmente bajo.

Pero ¿existe algo parecido en la realidad?

Lo cierto es que existe. Y es peor. En el año 2005, un químico de Nueva Zelanda desarrolló un ácido basado en el boro que denominó carborano: tenía un pH de -18. Para que os hagáis una idea de lo que supone -18, el agua tiene un pH 7 y el ácido gástrico de nuestro estómago tiene un pH1. Cada vez que restamos una unida al número de un ácido, su fuerza se multiplica por 10.

Tal y como explica Sam Kean en su libro La cuchara menguante:

Así que pasar del ácido del estómago, de pH 1, al ácido basado en el boro, de pH -18, implica que éste último es diez trillones de veces más fuerte. Esta cifra corresponde de manera aproximada al número de átomos que, apilados, llegarían a la Luna.

¿Os parece lo suficientemente fuerte? Pues todavía no habéis visto nada. El ácido basado en el boro es aguachirli si lo comparamos con los ácidos basados en el antimonio.

Para obtenerlo, se mezcla pentafluoruro de antimonio con ácido fluorhídrico. Entonces tendremos una sustancia con un pH de -31.

Este superárido es 100 billones de trillones de veces más fuerte que el ácido del estómago y atraviesa el cristal tan fácilmente como el agua el papel. No es posible sostener una botella de este ácido porque, después de acabar con el vidrio, disolvería las manos. (…) se guarda en contenedores especiales con un revestimiento de teflón.

Antiguamente, el antimonio había causado sensación en mucha gente, sobre todo por sus supuestas propiedades curativas. Mozart es probable que muriera por tomarlo en exceso para combatir la fiebre; y Newton creía que tenía propiedades sexuales. Nabucodonosor empleó en el siglo VI a. C. una ponzoñosa mezcla de antimonio y plomo para pintar de amarillo los muros de su palacio: poco después, enloqueció hasta el punto de que dormía en el prado y se alimentaba de hierba, como un rumiante.

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