Hay un factor primordial que nos indica hasta qué punto el suelo que tenemos delante sería apropiado para cultivar nuestra comida. Y ese factor consiste en evaluar la proporción de los diferentes tamaños de partículas del suelo: la granulada arena, el limo intermedio y la fina arcilla.
Para ello, basta con echar un vistazo. Nada más. Se toma un tarro de vidrio, se llena de tierra hasta una tercera parte de su volumen (excluyendo terrones excesivamente compactos, tallos y hojas) y, finalmente, el tarro se termina de llenar con agua hasta casi el borde.
Ahora agitar y tomar de un solo sorbo. No, es broma. Lo que hay que hacer es enroscar la tapa del tarro, agitar enérgicamente hasta que todo parezca una sopa homogénea y, al final, dejarlo reposar durante 24 horas. Tal y como lo explica Lewis Dartnell en su libro Abrir en caso de Apocalipsis:
Los granos se habrán sedimentado por el orden del tamaño de sus partículas, mostrando distintas capas o franjas, lo que le permitirá juzgar visualmente la proporción de cada una de ellas en el suelo mezclado. La franja inferior es el componente arenoso de grano grueso del suelo, luego viene el limo en el medio, y la capa superior la forman las finas partículas de arcilla. La clase ideal de suelo para agricultura se conoce como loma, o suelo franco, y es una mezcla equilibrada de aproximadamente un 40 por ciento de arena, un 40 por ciento de limo y un 20 por ciento de arcilla.
Trigo, alubias, patatas, colza… todos estos cultivos crecen estupendamente en suelos arcillosos. Los suelos más pesados y húmedos son más apropiados para trigo o cebada, como las tierras escocesas. Los suelos arenosos son para las zanahorias y la remolacha.
Pero hallar un suelo franco fértil bien drenado no es suficiente para propiciar una buena agricultura. También se tiene que trabajar físicamente la tierra, labrarla, para hacer menos compacta la tierra, controlar las malas hierbas y preparar la capa superficial del suelo para hacerla receptiva a las semillas.
La mejor forma de labrar la tierra es con una azada. Un poco de fertilizante en forma de materia vegetal en descomposición también será de buena ayuda antes de la época del cultivo.
La historia de la agricultura a lo largo de milenios ha sido un constante esfuerzo por mejorar los diseños del equipamiento agrario a fin de realizar estas funciones esenciales de manera más eficiente, maximizando la productividad de la tierra a la par que se minimiza el trabajo necesario. El utensilio característico de la agricultura es el arado, pero su papel ha cambiado desde los comentos del cultivo de plantas.
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