Hay lugares, como Cripple Creek, donde el brillo fenicio del oro ha atraído la codicia del ser humano. Sin embargo, poca gente es consciente del oro disuelto que hay en el mar. El que fue el primer director del Instituto Nobel, Svante Arrhenius, fue uno de los primeros hacer una estimación de la cantidad de oro que había en el mar, allá por 1903.
Su cálculos señalaban que la concentración de oro era de 6 miligramos por tonelada de agua de mar. Es decir, que la reserva de oro de los océanos de la Tierra era de 8.000 millones de toneladas. Una cifra espectacular, teniendo en cuenta que la producción global anual en aquella época era de unos pocos cientos de toneladas.
Tras recibir el Premio Nobel por su descubrimiento de una ruta sintética para producir amoníaco a partir del nitrógeno atmosférico, en mayo de 1920, Fritz Haber, un colega alemán de Arrhenius, retomó la idea de obtener oro del mar. Y es que Alemania debía pagar 269.000 millones de marcos de oro a los aliados victoriosos en compensaciones, según los términos de la paz firmados.
Haber pensó que la ciencia le permitiría a su país saldar la cuenta, y tras los primeros análisis químicos en su laboratorio de Berlín, las cifras estimadas por Arrhenius se confirmaron. Entusiasmado, consiguió financiación de un consorcio de empresarios metalúrgicos, recorriendo en 1923 diversos océanos de la Tierra para descubrir si había tanto oro como parecía. Finalmente tuvo que admitir que no lo había, al menos no el suficiente como para cubrir el coste de extraerlo.
Sin embargo, Haber se equivocaba, tal y como explica Hugh Aldersey-Williams en La tabla periódica:
Las estimas más recientes de la cantidad de oro en el agua de mar son más optimistas, y sitúan los niveles en tres veces los que Haber consideraba que valía la pena explotar: veinte miligramos por tonelada. En principio, los océanos del mundo podrían contener oro por un valor de 400 billones de euros a los precios actuales (…) Pero incluso a esta tasa de extracción, según Richard Herrington, “el coste de extracción es demasiado grande para que por el momento se pueda considerar.
Con todo, si queréis ver mucho oro pero sin mojaros los pies, tal vez os interese visitar los lugares del mundo donde hay más producción de oro, o incluso el lugar donde más lingotes de oro se apilan.
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