El color azul es uno de los colores más difíciles de obtener de la naturaleza, hasta el punto de que ha sido custodiado por un diablillo que dañaba a los mineros y que se hacía llamar Kobold.
A pesar de su dificultad, el azul ha sido durante siglos un símbolo de pureza, incluso divina, como demuestran los vitrales azul cobalto de la iglesia de Saint Denis, cuyo interior parece el cielo, como podéis leer en La iglesia que irradia luz azul.
En el siglo XVI, una nueva fuente de azul, europea, incrementó la popularidad del azul, cuando se descubrió que las minas de plata de las montañas entre Sajonia y Bohemia, que se explotaban desde hacía tiempo, también eran ricas en esmaltita.
La extracción del nuevo mineral, sin embargo, traía aparejados no pocos inconvenientes. Por de pronto, un trabajo extenuante, pero también una continua exposición a emanaciones nocivas, que se libraban cuando se cocía el otro principal ingrediente del mineral, el arsénico. Entonces, los mineros empezaron a atribuir sus aflicciones a un diablillo de la tierra llamado Kobold.
Abunda en ello Hugh Aldersey-Williams en La tabla periódica:
Cuando el Fausto de Goethe llama por primea vez a la figura de Mefistófeles, invoca sucesivamente a los “cuatro elementales” del fuego, el aire, el agua y la tierra, y la tierra es personificada por este espíritu maligno. (…) El compositor noruego Edward Grieg llamó a un breve scherzo pianístico suyo, retumbante y agresivo, “Smatrold” (que significa pequeño gnomo); los alemanes denominan “Kobold” a la misma pieza, pero la traducción inglesa elegida, “Puck” (duende, trasgo), no consigue capar el carácter malicioso real del personaje.
Su constitución química no se conocía totalmente, y el elemento que había detrás carecía de nombre propio, pero ello no impidió que el pigmento azul se convirtiera en un artículo muy apreciado comercialmente.
El cobalto prosperó anónimamente durante siglos antes de ser descubierto finalmente, hacia 1735, cuando Georg Brandt, químico y controlador de la Casa de la Moneda sueca, adivinó que la esmaltita no era simplemente el compuesto de metales conocidos y arsénico que se había supuesto. Denominó cobalto al nuevo metal y como tributo a aquellos desgraciados mineros… y quizá también como una manera de arrebatar este nombre de sus asociación pagana y de ligar en cambio al escudo de la ciencia de la Ilustración.