La palabra “robot” deriva de la palabra checa que significa “trabajador”, y apareció por primera vez en la obra de 1920 R.U.R (Rossum´s Universal Robots) de Kaerl Capek, en la que unos científicos construyen una nueva raza de seres mecánicos que parecen idénticos a los humanos. Su servilismo se va al traste cuando los humanos los maltratan: entonces los robots se rebelan y se convierten en los amos del mundo.
Algo similar podemos contemplar en la película Terminator, cuando una red de superordenadores llamada Skynet adquiere consciencia de sí misma y decide eliminar a la humanidad. ¿Hasta qué punto estas historias de ciencia ficción son simples entretenimientos agoreros? ¿Existe la posibilidad de que un robot adquiera consciencia de sí mismo? Y si lo hiciera, ¿se rebelaría?
La pregunta mal formulada
Algunos filósofos y expertos en computación, al abordar el tema de la Inteligencia Artificial, aducen que la pregunta de si algún día éstas adquirirán consciencia de sí mismas, inteligencia indistinguible a la humana, ni siquiera tiene sentido. Es como preguntar qué es la vida: su definición siempre estará sujeta a cierto arbitrio, y siempre excluirá algunos sujetos.
Pero, en aras de simplificar las cosas, imaginemos que definimos la consciencia como la capacidad de incluirse a uno mismo en un modelo del entorno con el fin de anticipar una variedad de sucesos. En base a esa definición, Junichi Takeno y su equipo en la universidad Meiji están dando los primeros pasos para construir robots con una teoría de la mente.
Por ejemplo, ya han logrado construir un robot que imitaba a otro, tras observarlo. La capacidad de observar e imitar, fijándose solo en lo importante y excluyendo lo irrelevante, es algo muy propio de la conciencia humana.
En 2012, científicos de la Universidad de Yale, liderados por el programador Justin Hart, incluso crearon un robot que era capaz de reconocerse en un espejo, una habilidad cuya competencia es propia de humanos y unos pocos animales, tal y como explica Michio Kaku en su libro El futuro de nuestra mente:
Los científicos de Yale construyeron un robot llamado Nico, que parece un esqueleto estrafalario hecho de cables retorcidos, con brazos mecánicos y dos ojos saltones en lo alto. Cuando se le puso delante de un espejo, Nico no solo se reconoció, sino que además fue capaz de localizar la posición de los objetos de una habitación mirando sus imágenes en el espejo. Esto es similar a lo que hacemos nosotros cuando miramos un espejo retrovisor y deducimos la situación de los objetos.
Mirando el futuro
A pesar de estos avances, la capacidad de pensarse a uno mismo en el futuro y elaborar estrategias no es algo que se haya conseguido aún en los robots. Los robots aún no son capaces de crear simulaciones del futuro, y tampoco tiene objetivos. Incluso un objetivo tan sencillo como “preservar tu propia vida” todavía no se sabe cómo programarse en la mente de un robot.
Para ello, el robot debería ser capaz de reconocer amenazas, planear formas de impedirla, y anticiparse cronológicamente a los escenarios posibles en función de sus estrategias. Ello incluye demasiada información, a juicio de Kaku, porque debería “incorporar todas las leyes del sentido común, la física, la química y la biología, además de datos sobre la conducta y la sociedad humanas”. Es decir, que Skynet tiene más de ficción que de ciencia.
Con todo, podríamos imaginar que en el siglo XXII conseguimos tal hazaña. Entonces nos deberíamos enfrentar a otros problemas de difícil resolución:
Si estos tienen objetivos compatibles con los nuestros, este tipo de inteligencia no planteará ningún problema. Pero ¿qué ocurrirá si las metas son diferentes? Lo que se teme es que los humanos sean superados en inteligencia por los robots autoconscientes y acaben esclavizados. Gracias a su capacidad superior de simular el futuro, los robots podrían predecir los resultados de muchas situaciones y encontrar la mejor manera de derrocar a la humanidad. Una manera de controlar este proceso sería asegurarse de que los objetivos de estos robots sean benévolos. Como hemos visto, no basta con las simulaciones del futuro. Estas deben servir a algún objetivo final. Si el objetivo de un robot es simplemente la autoconservación, podría reaccionar de manera defensiva a cualquier intento de desactivarlo, lo que podría significar problemas para la humanidad.
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