El tamaño de la Tierra es tan gigantesco que resulta imposible crear una imagen mental fidedigna que le haga justicia. Es como tratar de imaginar todas las estrellas del universo. O como imaginar las vidas individuales de todos los seres humanos que pueblan el mundo. Nuestro cerebro no está calibrado para comprender lo que es muy grande o lo que es muy pequeño, y tampoco lo que es muy numeroso. Para ello existen las analogías.
Por ejemplo, para las estrellas del universo, Carl Sagan emplea la siguiente en su libro Miles de millones. Estimación de la cantidad de granos de arena en todas las playas del planeta: 1020. Y hay más estrellas en el universo que granos de arena en todas las playas del mundo. No obstante, sin salir de nuestro mundo ya encontramos magnitudes difícilmente comprensibles, como las siguientes.
Gran cañón de basura
En 2008, Estados Unidos arrojó a los vertederos 135 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, según la Agencia de Protección Medioambiental. La densidad media de los basureros es de 890 kg, de modo que el volumen anual de basura producido en Estados Unidos es de 150 millones de metros cúbicos. A este ritmo, se tardarían casi 30.000 años en llenar de basura el Gran Cañón del Colorado.
Esta cifra nos da una idea de lo gigantesco que es el cañón, lo suficiente como para alojar a toda la humanidad en una pequeña sección del mismo. Sin embargo, no es el cañón más grande del mundo como explico en Cinco datos asombrosos sobre el Cañón del Colorado.
Y mucho menos es el más grande si exploramos otros mundos: su equivalente marciano, el Valles Marineris, en algunos puntos alcanza los 200 km de anchura y los 8 km de profundidad (el del Colorado tiene 16 km de anchura y 1,6 de profunidad). Recorre más de 4.000 kilómetros de terreno marciano: si se trasladara a la Tierra, podría cruzar todo Estados Unidos. Y, aún así, no estamos ante el cañón más grande del Sistema Solar: ése honor hay que otorgárselo al Melas Chasma, que se hunde 9 km por debajo de la meseta marciana en la que se encuentra.
Bebiendo agua
Para entender el tamaño del océano Pacífico, lo mejor es intentar bebérselo. Según Joel Levy en su libro 100 analogías científicas, si el océano Pacífico estuviera formado por agua potable, harían falta 960.000 billones de años para bebérselo (70 millones de veces la edad del universo). Para llegar a esa cifra, calculamos que una persona bebe ocho vasos de agua al día.
En el océano Pacífico hay 700 millones de kilómetros cúbicos, que equivale a 2.800 trillones de vasos de agua, es decir, 700 trillones de litros. En la Tierra hay 1.300 millones de kilómetros cúbicos de agua, y esta cantidad no aumentará nunca. La mayor parte de esa cantidad ya había llegado hace 3.800 millones de años, así que la edad de cualquier vaso de agua que bebemos es de 3.800 millones de años.
Al Everest en ascensor
Imaginad que subimos a un ascensor, y en el botón más elevado pone literalmente "Monte Everest". El Everest tiene 8.850 metros de altura. Es decir, 23 edificios como el Empire State Building colocados uno encima del otro. Es decir, que el Everest es como un edificio de 2.369 pisos. Si el ascensor que tomamos viaja a 35 km/h (por ejemplo, la velocidad que desarrolla el ascensor del edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa), entonces tardaremos 15 minutos en llegar a la cima.
Con los años se tardaría un poco más, ya que el Himalaya sigue incrementando su altura en más de 1 centímetro al año. Con todo, si se mide desde la base hasta la cima, el Everest no es la montaña más alta de la Tierra: ese puesto debemos reservarlo al volcán Mauna Kea, en Hawái. Aún así, es menos de la mitad que la altura de la montaña más alta del Sistema Solar: el monte Olimpo de Marte, que se eleva 27 km por encima del nivel medio de la superficie marciana.
Imaginad si queremos ir en ascensor al espacio, como ya os expliqué en Instrucciones para construir la torre más alta del mundo: la torre orbital.
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