El glande del pene está recubierto por 17.000.000 de bacterias. La cavidad vaginal está tapizada por una capa de 10.000.000 de microbios por centímetro cuadrado. En un acto sexual estándar, pues, se produce un intercambio bacteriano multimillonario, y se transmiten 250 virus diferentes.
Un beso, en ese sentido, no resulta mucho más casto. Afortunadamente, todas esas bacterias ajenas que pasan a tu boca apenas viven un día.
Comunidades bacterianas
Según un estudio, un solo beso apasionada propicia la transferencia de hasta 1.000 millones de bacterias de una boca a otra, junto con unos 0,7 miligramos de proteína, 0,45 miligramos de sal, 0,7 microgramos de grasa y 0,2 microgramos de "compuestos orgánicos variados", lo que en román paladino significa "restos de comida".
Sin embargo, los microbios suelen defender celosamente su territorio, por eso, tras el beso, tal y como explica Bill Bryson en El cuerpo humano:
Los microorganismos anfitriones en las dos personas implicadas inician una especie de gigantesco proceso de limpieza, y en aproximadamente cuestión de un día el perfil microbiano de ambas partes se habrá restaurado más o menos por completo al que tenían antes de entrelazar las lenguas. De vez en cuando se cuelan algunos patógenos, y es entonces cuando cogemos un herpes o un resfriado, pero esa es la excepción antes que la regla.
Durante la Edad Media se decretó que el beso, como el juego amoroso o los preliminares en general, eran reprobable. Y Sigmund Freud catalogaba el beso como «perversión» en su Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad. Y eso que no sabían de este mestizaje multimillonario de bacterias.