El rifle Winchester fue el primer rifle de repetición fiable y de precio asequible que tantos indios mató en las películas del Oeste. Su cargador tubular, situado bajo el cañón, permitía al rifle recargarse a una velocidad tal que, en manos expertas, era capaz de hacer un disparo cada tres segundos, convirtiéndose así en el arma favorita de los ejércitos de la Unión durante la Guerra Civil estadounidense.
Serían los modelos posteriores, todavía más precisos, los que se harían con el título de «el arma que conquistó el Oeste».
Llegan las drogas para el dolor
Las armas de fuego, desde entonces, no han dejado de evolucionar. Cuando en 1847, el capitán francés Claude-Étienne Minié resolvió el problema que planteaba el lento y complejo proceso de carga de sus cañones de ánima rayada, las heridas provocadas por los proyectiles se multiplicaron exponencialmente en los conflictos bélicos.
Estos nuevos proyectiles no solo entraban y salían del cuerpo, sino que a menudo se quedaban alojadas dentro, provocando lesiones más graves en los tejidos. Muchas de estas heridas terminaban, además, en aputación de miembros.
Dado que las amputaciones eran tan dolorosas, durante las operaciones y los largos post-operatorios, el uso de morfina se generalizó, amén del opio y el whisky, propiciando que miles de personas se volvieran adictas a estas sustancias.
Es lo que sostienen historiadores como Lukasz Kamiensi en su libro Las drogas en la guerra. Por ejemplo, casi 30.000 de las 175.000 heridas por arma de fuego registradas por las fuerzas de la Unión terminaron en amputación y, en total, el 75% de los soldados amputados sobrevivieron:
Sabemos, por ejemplo, del caso de un veterano confederado que, tras recibir un disparo en al cabeza, fue tratado con morfina; a partir de entonces, ya nunca lograría desengancharse del opiáceo, y a los ochenta y dos años todavía necesitaba supervervisión médica especial. El historiador de la medicina Alfred Jay Bollet señaló que, por cada hombre en el campo de batalla, había cuatro o cinco heridos.
Los anestésicos se fueron generalizando en los conflictos de todo el mundo, donde cada vez había más heridos gravemente que sobrevivían. Además, las balas de Miné no solo provocaban heridas graves y la muerte, sino también transmitían gérmenes que causaban terribles infecciones, sobre todo por gangrena.
Además de para combatir una amplia variedad de afecciones físicas, y como analgésico, el opio y la morfina también se utilizaba para paliar los transtornos mentales causados por la ansiedad, las reviviscencias y las recurrentes imágenes traumáticas de la guerra.
La guerra de Secesión, pues, dio origne al "mal del soldado", es decir, el problema social provocado por una devastadora epidemia de dependencia del opio y la morfina entre los veteranos.
Y nació la Coca-Cola
Uno de estos heridos de guerra por la Guerra de Secesión fue John Pemberton, que se volvió un adicto a la morfina. Como químico que era, consciente de que la morfina estaba perjudicándole a largo plazo, buscó un sustituto que no resultara adictivo.
El resultado de su investigación fue el llamado Pemberton´s French Wine Coca (Vino Francés de Coca de Pemberton). Era una combinación de vino, hojas de coca, nueces de cola y una hierba aromática llamada damiana.
Y de aquí nacería una de las más famosas bebidas en la actualidad, tal y como explica Adam Alter en su libro Irresistible:
Cuando el Gobierno implementó la Ley Seca en 1886, Pemberton eliminó el vino de su medicina y la rebautizó con el nombre de Coca-Cola. (...) La Coca-Cola resultó no ser un sustitutivo viable para la morfina, y su adicción empeoró. En lugar de sustituir la morfina, la cocaína agravó el problema, lo que hizo que la salud de Pemberton siguiera cayendo hasta que, en 1888, murió con los bolsillos vacíos.
La verdad es que la cantidad de cocaína contenida en el refresco era casi insignificante, 8,45 miligramos por vaso, aunque se decía que la cafeína podría incrementar sus efectos. Finalmente, la empresa decidió ceder a las presiones y eliminar la cocaína de la fórmula en 1902.
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