Reino Unido siempre ha ido un poco a la suya. Al menos en lo tocante a conducir por la izquierda. O al hecho de que tardó más que nadie en asimilar el calendario gregoriano, así que los ingleses descubrieron estupefactos que les habían robado 11 días (podéis leer la historia de lo que pasó entonces en El día en que Gran Bretaña perdió 11 días de su calendario, y otras anomalías temporales).
También por razones religiosas, algunos apostaron a que en el Reino Unido se siguiera empleando la pulgada en vez del centímetro.
La razón se debe a las mediciones de la gran pirámide de Giza que llevó a cabo en 1865 el astrónomo real de Escocia Charles Piazzi Smyth. En dichas mediciones sugirió que la pirámide había sido diseñada empleando una unidad a la que llamó pulgada piramidal, igual a 1,001 pulgadas británicas y basada en el codo bíblico.
En 1864 se hizo una propuesta oficial en la que el Reino Unido debería introducir el sistema métrico, pero Smyth se opuso públicamente a tal cambio, pues creía que el arquitecto de la gran pirámide tuvo que haber sido un patriarca del Antiguo Testamento que había sido guiado por Dios, y en consecuencia la pulgada era una orden divina, en contraposición al sistema métrico de los franceses, radicales y ateos.
Smyth también postuló que tras las medidas en pulgadas de la gran pirámide había ocultas algunas profecías, como la fecha del fin del mundo: 1881. Obviamente se equivocó, y entonces propuso otras fechas alternativas.
La Royal Society rechazó la publicación de su artículo sobre el tema, lo que condujo a Smyth, desengañado, a renunciar como astrónomo real de Escocia en 1888.
Por cierto, la pulgada, en el siglo X, se estableció como la distancia que había entre el nudillo y el dedo pulgar del rey Edgardo, es decir, la longitud del pulgar. Esta medida se estableció con un valor equivalente a 2,54 cm.
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