El ayeaye (Daubentonia madagascariensis) es un lémur nocturno endémico de Madagascar que presenta un par de "pseudopulgares" adicionales, por lo que tiene doce dedos en las manos.
Antes se creía que eran protusiones carnosas, pero análisis más profundos han revelado que se componen de hueso y carílago.
Este dedo extra en cada mano el dedo que usa para agujerear troncos podridos y extraer larvas. Así que los ayeaye de dedos demasiado cortos tuvieron más dificultades para sobrevivir y reproducirse.
Además, el dedo tiene otras funciones francamente llamativas, como detectar a sus presas tamborileando el tronco con ese él para captar el cambio de tono que delata la presencia de un insecto en su interior.
Los resultados del estudio sobre el ayeaye se publicaron en el American Journal of Physical Anthropology, el 21 de octubre de 2019.
Y es muy feo
Esta criatura vive en Madagascar, y allí es cazado sin piedad sencillamente porque tiene aspecto demoníaco. Los nativos de Madagascar, pues, consideran que este animal está poseído por espíritus malignos y que su mera existencia es un riesgo para el mundo: incluso circula la extravagante idea de que si apunta a una persona con su tercer dedo, ésta morirá poco después repentinamente: su dedo intermedio es sustancialmente más largo y delgado que el resto, al estilo Nosferatu.
El ayeaye es un animal nocturno, se alimenta de larvas y su cola suele ser más larga que el resto de su cuerpo; pesa de dos a tres kilogramos y puede vivir hasta 23 años.
Tan feo y contrahecho es el ayeaye que el escritor Douglas Adams le dedicó estas simpáticas palabras en Mañana no estarán, un libro de viajes junto al zoólogo Mark Carwardine:
Se trata de una criatura de aspecto muy extraño que se diría compuesta de trozos sueltos de otros animales. Parece un poco un gato grande con orejas de murciélago, dientes de castor, una cola semejante a una gran pluma de avestruz, un dedo corazón similar a una larga rama seca y un par de ojos enormes que parecen mirar un mundo totalmente diferente que se extiende a nuestras espaldas…
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