Antes se debía probar la orina para saber qué enfermedad padecías, a lo Txumari Alfaro. Si era dulce, mellitas. Si no tenía gusto dulzón, pues diabetes insípida y el problema se localizaba en los riñones o el cerebro.
A través de nuestro riñón pasa la sangre para ser filtrada, eliminándose unos quince litros de sustancias de deshecho al día. Los riñones hacen su trabajo diligentemente gracias a una hormona cerebral que impide la secreción del agua y que se llama hormona antidiurética (ADH). La función de la ADH se aprecia cuando hay un defecto hereditario de esta hormona en el ADN. En tal caso, el riñón elimina unos 15 litros de orina al día.
Quince litros de orina parece una barbaridad, pero hay casos reales, tal y como explica Dick Swaab en Somos nuestro cerebro:
En Ámsterdam conocemos a una de las pocas familias de cinco generaciones con esa patología. Los conocí en 1968, mientras efectuaba mi período de prácticas en el Binnengasthuis, en el departamento del profesor Borst. Por entonces, la vida de aquella familia estaba condicionada en gran medida por las continuas ganas de orinar y también por la necesidad de beber agua constantemente para sobrevivir. Un paciente me contó que su madre, que también padecía diabetes insípida, no quería saber nada de aquel trajín de beber y orinar que se traían sus hijos, que compartían con ella la habitación. Los niños tenían terminantemente prohibidos levantarse por la noche para beber. Ella, sin embargo, guardaba una jarra de agua debajo de la cama para calmar su sed.
La familia de marras tenía un pequeño defecto en el ADN en el cromosoma. Ahora los pacientes toman ADH de efecto prolongado en forma de pastillas o de espray nasal, con lo que la cantidad de líquido que beben y que orinan se reduce a proporciones normales.
Imagen | pointnshoot
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