Vuelvo con la historia desde el punto en el que la interrumpí: justo cuando Reisnik (dueño del barco que Versacce y su asesino habían compartido) había exigido inmunidad diplomática al ser interrogado por la policía de Miami. Tras comprobar sus documentos sealandeses, descubrieron que existían muchos otros ciudadanos que decían provenir de Sealand.
Para explicar cómo era esto posible tenemos que centrar nuestra atención en el gobernador en el exilio de Sealand, Alexander Achenbach, que presuntamente fue el ideólogo de toda la red de documentos fraudulentos; aunque no se le imputó ningún cargo por falta de pruebas. El que sí fue imputado fue el ciudadano español Francisco Ruiz Trujillo, almeriense de 48 años, ex Guardia Civil con antecedentes de robo, que decía ser Embajador y Regente de Sealand.
Para ello hemos de trasladarnos a una gasolinera de Madrid, en noviembre de 1999. Un cliente había tratado de estafar a la gasolinera, así que, tras la comparecencia de la Guardia Civil, el cliente mostró un pasaporte diplomático de Sealand, al igual que había hecho Reisnik, solicitando inmunidad y ser absuelto de cualquier cargo.
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Pero la Guardia Civil decidió hacer otra cosa. Contactó con el Ministerio de Asuntos Exteriores para cerciorarse de la legalidad de aquel documento, descubriendo que Sealand no era oficialmente reconocido como un Estado. Tirando del hilo, pues, acabaron desmontando toda una banda que falsificaba pasaportes sealandeses. Más de 60 personas operaban en una supuesta embajada española de Sealand ubicada en Madrid que comercializaba los pasaportes a través de Internet a un precio medio de 6.000 dólares. Al parecer habían conseguido vender más de 160.000 pasaportes, especialmente en países del este de Europa y China.
Otros tantos negocios paralelos a éste fueron protagonizados aquellos días por los innumerables miembros del supuesto gobierno de Sealand, alcanzando sectores ciertamente inesperados. Un churrero de profesión, por ejemplo, fue acusado de solicitar un crédito de 20 millones de dólares en una sucursal bancaria madrileña para la compra de dos aviones Boeing. Sí, un churrero español adquiriendo dos aviones comerciales, habéis leído bien. Para ello empleó como aval del préstamo unas 200 nóminas falsas de otros tantos funcionarios que también decían trabajar para Sealand.
El entramado desmantelado en Madrid incluso había mantenido estrechas relaciones con la Fundación Goya, entidad de la que fue patrono Sabino Fernández Campo, ex jefe de la Casa Real, y que tuvo como presidenta de honor a Eugenia Martínez de Irujo, hija de la duquesa de Alba. Fernández Campo abandonó su vinculación con la fundación en cuanto trascendió que estaban entablando relaciones con un principado falso situado en una plataforma oxidada construida durante la Segunda Guerra Mundial.
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