El Titanic, el barco protagonista de libros y películas se cae a pedazos. Todos sus elementos metálicos son atacados por la corrosión de diminutas bacterias. Pero hay un metal que, probablemente, sobreviva sin daños.
El bronce, la aleación de cobre y estaño que impulso la civilización, casi ha desaparecido en la ingeniería. Ha sido sustituido por materiales sintéticos u otros metales como el aluminio y el acero. Este material, abundante y fácil de trabajar, creo la metalurgia e impulso a la humanidad a utilizar materiales fabricados artificialmente unos 4.000 años antes de Cristo. Y, durante milenios, armas y herramientas se fabricaron de esta aleación resistente a la corrosión. Impulso el comercio, provoco guerras y las decidió, ya que la utilización de las mejores armas representaba una ventaja sustancial en una batalla.
Casi olvidado, solo permanece una aplicación donde no puede ser superada ni por el mejor acero. El bronce, en sus distintas aleaciones, permanece como el material preferido para la elaboración de grandes hélices de barco. La mayor hélice del mundo esta fabricada en una aleación de bronce. Con un diámetro de 9 metros y más de 90 toneladas de peso, probablemente sea el mayor objeto jamás realizado en bronce.
Las aleaciones de bronce con níquel y aluminio presentan características difíciles de superar. La fundamental es la resistencia a la corrosión marina, una preocupación fundamental para un elemento que estará permanentemente sumergido. Mientras el resto de Titanic, se cae a pedazos por la corrosión, su helice aguanta como podemos ver en la foto. Por ello desde los grandes buques de carga como el Den Haag con su hélice de 33 toneladas o los lujosos trasatlánticos como Queen Elizabeth 2 el bronce seguirá sirviendo a la humanidad como desde hace seis mil años.
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