Las ondas de arena del desierto arrastradas por el viento siguen un curso sinuoso que se asemeja a las rayas de una cebra o un pez marino. En las conchas en forma de enrejado de las criaturas marinas microscópicas vemos los mismos ángulos e intersecciones que en las paredes de burbujas en una espuma. Las bifurcaciones del relámpago reflejan las ramas de un río o un árbol.
El mundo natural parece concebido por patrones universales, y algunas formas parecen más comunes que otras. Eso es lo que explica Phillip Ball en su libro The Self-made Tapestry.
Formas y patrones
La naturaleza comúnmente teje su tapiz mediante la autoorganización, sin emplear un plan maestro o anteproyecto, sino mediante interacciones simples y locales entre sus componentes, ya sean granos de arena, moléculas en difusión o células vivas, que dan lugar a patrones espontáneos.
Muchos de estos patrones son universales: espirales, manchas y rayas, ramas, panales.
En cierto modo, el libro de Ball es una ramificación de un clásico: Sobre el crecimiento y la forma, de D'Arcy Thompson:
Sobre el crecimiento y la forma, la mayor obra en prosa de la ciencia del siglo XX, destaca el papel de la física y la mecánica en la determinación de la forma y la estructura de los organismos. Thompson se revela como un gran científico sensible a la fascinación y belleza del mundo natural con un estilo que ha llevado a la prensa especializada a calificar su obra de «tan buena literatura como ciencia. un discurso sobre la ciencia como si se tratara de una cuestión de la humanidad».
Adrian Bejan, profesor de la Ingeniería Mecánica en la Universidad de Duke, tiene otro libro simular: Shape and Struture, from Engineering to Nature.
En él solo aborda tres formas naturales: las redes aborescentes (pulmones, cuencas de ríos, etc.), la sección circular (de los vasos sanguíneos) y la sección en forma de corte de sandía de los ríos.
Quizá el libro reciente más curioso sobre este tema sea el de Jorge Wagensberg: La rebelión de las formas:
A nuestro alrededor, un número enorme de objetos parece compartir un reducidísimo número de formas: aunque no tenía por qué ser así, la naturaleza exhibe ritmo y armonía. Además, aunque tampoco tenía por qué ser así, la naturaleza parece inteligible. En este ensayo vibra la ambición de tratar la perplejidad que estas comprobaciones pueden suscitar. ¿Por qué ciertas formas (esferas, hexágonos, espirales, hélices, parábolas, conos, ondas, catenarias y fractales) son especialmente frecuentes? ¿Por qué justamente éstas y no otras? ¿Cómo emergen? ¿Cómo perseveran?
Según Wagensberg, cada una de estas formas tan frecuentes suele aparecer para ejercer una función principal: la esfera protege, el hexágono pavimenta, la espiral empaqueta, la hélice agarra, la punta penetra, la onda desplaza, la parábola emite y recibe, la catenaria aguanta y los fractales colonizan.
Un autor casi desconocido, de hecho, trató de escribir una novela dedicada a cada una de estas formas. Podéis saber más de él en el siguiente vídeo: