Si aún no lo habéis probado, tenéis suerte. Pero si os cepilláis los dientes nada más levantaros y, a continuación, os servís un zumo de naranja, comprobaréis que sabe a rayos, a metal, y no a zumo de naranja. Una sensación que no se percibe con otra clase de alimentos. Así pues, ¿qué tiene de especial el zumo de naranja y la pasta dentífrica?
El culpable es el laurilsulfato sódico, un detergente espumoso presente en la mayoría de los dentífricos. Esta sustancia colapsa temporalmente las membranas externas de las células gustativas, y también altera algunos de los receptores.
Dos de los mayores expertos en la interacción zumo de naranja-pasta dentífrica son Linda Bartoshuk, profesora de odontología de la Universidad de Florida, y John DeSimone, fisiólogo de la Virginia Commonwealth University. Ambos realizaron una serie de estudios en los que constataron que el zumo de naranja tiene elementos fácilmemente detectables en el sabor: la acidez, el dulzor y un toque amargo. El laurisulfato parece especialmente proclive a embotar los receptores del dulzor y bloquear así el sabor de la fructosa, el azúcar en un zumo de naranja.
La pasta de dientes, sin embargo, no interfiere con las papilas gustativas que detectan sabores ácidos y amargos. Generalmente, el ácido cítrico segrega un cierto sabor ácido, pero sin la fructosa, ese sabor queda realzado, y el intenso amargor del ácido predomina sobre el resto.
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