Conozco a una persona que parece que cada noche viene de la guerra. De una guerra sin cuartel contra folios blancos y afilados. Y es que, extremos aparte, ¿quién no se ha cortado alguna vez con el filo de una hoja? Y lo peor: ¿por qué duelen tanto esos cortes? ¿Por qué primero parece que nos ha cortado el frío y luego sentimos el calor del picor?
Hay varias razones. La primera tiene que ver con la zona donde nos hemos practicado el corte. Normalmente, las hojas de papel nos cortan los dedos, sobre todo la yema de los dedos, y los dedos están cubiertos con una concentración extremadamente alta de nociceptores, fibras nerviosas que envían señales de tacto y dolor al cerebro; son terminaciones nerviosas libres de neuronas sensitivas primarias, cuyos cuerpos neuronales se encuentran en los ganglios raquídeos. Esto hace que los dedos sean especialmente sensibles en comparación con otras partes de nuestro cuerpo.
Además, el corte de una hoja de papel es muy poco profundo, así que sólo afecta a las capas externas de la piel. Y es precisamente en esas capas donde están los nociceptores que envían las señales de dolor más agudas.
Por último, los cortes tan superficiales no suelen sangrar mucho, lo que dificulta el posterior coágulo y sellado de la herida. Esto implica que la herida se mantenga abierta, exponiendo las fibras nerviosas al aire durante un mayor período de tiempo.
Tenedlo en cuenta la próxima vez que alguien venga herido de la oficina.
Vía | Ballesterismo
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