Reversible Destiny lofts es un barrio de apartamentos de Tokio que parece haber sido diseñado por un arquitecto que ha tomado demasiado ácido lisérgico: Shusaku Arakawa y su socia Madeleine Gins.
Situados en el exclusivo barrio de Mitaka, estos apartamentos, los Reversible Destiny Lofts, tienen un precio de casi 360.000 dólares y su intención, según el diseñador, es "estimular los sentidos" y "aumentar la longevidad". Yo creo que estos efectos los produce el hecho de que vivir allí no es fácil. Y es que si queréis, por ejemplo, encender la luz, deberéis buscar algunos interruptores en el techo. Quizá usando el palo de una escoba.
Hay pasillos estrechos que obligan a torcimientos y flexiones para pasar por ellos. Hay estudios cóncavos, cocinas ahuecadas. Para llegar al porche es imprescindible arrastrarse por el suelo porque el acceso es demasiado pequeño. Y algunos pisos tienen una inclinación de hasta 20 grados, así que si se os cae una canica, ya sabréis a qué lado del apartamento habrá ido a parar. Todo aquí es ilógico, anticonfortable, poco armónico, incómodo, alejado de nuestras costumbres.
El escaso espacio que existe para los muebles obliga a los residentes a buscar alternativas a la hora de almacenar sus cosas. Así pues, habitar uno de estos apartamentos te obliga a tener la mente siempre en marcha para mantener el equilibrio o a hacer ejercicios para encender la luz, con lo cual quizá sí que es cierto que estimula los sentidos y aumenta la longevidad, tal y como lo hace el practicar (dicen) con el videojuego Brain Training de la Nintendo DS. O acudiendo a un referente cultural aún más nipon: como si cada mañana al despertarte tuvieras que pasar las pruebas tipo grand-prix de Humor amarillo.
El anti-feng shui. Así lo ha dicho la Architectural Body Research Foundation, que ha reunido a profesionales de diversas disciplinas para demostrarlo. Y así lo deben de haber entendido muchos japoneses, porque todos los pisos fueron vendidos en apenas tres meses tras su puesta en venta en octubre del 2005.
El aspecto exterior de los edificios tampoco pasa desapercibido: tienen tres plantas de distintos colores, y cada planta (también de distinto color) es un bloque de cemento que a su vez tiene una forma geométrica diferente: una esfera, un cubo, etcétera. Como si los pisos hubieran sido apilados precariamente por un niño jugando con esas piezas geométricas que deben introducirse por los huecos apropiados para su forma que también sirven para calibrar la inteligencia de un chimpancé de la NASA.
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