A pesar de que la lógica (y las ganas) nos puedan indicar lo contrario, si tenemos mucho calor no es conveniente ducharse con agua muy fría para resfrescarnos. Es algo así como intentar saciar la sed con agua de mar: al principio nos sentiremos aliviados, pero al poco tiempo aún estaremos peor.
Y es que, tras la repentina baja de temperatura que nos proporciona la ducha fría, nuestro organismo debe regresar a la temperatura normal para funcionar, lo que le obliga a gastar energía y, por extensión, a que se incremente la sensación de calor. Al final, la sensación tras la ducha fría, puede ser más de sofoco. Si en lugar de la ducha nos sumergimos de pleno y de forma repentina en agua muy fría, como puede ser el caso del curso superior de los los ríos, en la alta montaña, podemos llegar a sufrir un síncope cardíaco.
Esta sensación también la tendremos que bebemos alguna bebida muy fría: resultan más eficaces las bebidas a temperatura ambiente. Por otra parte, la sensación de frescor se desvanece más rápido con las bebidas demasiado frías.
Esto es porque cuanta más energía necesite gastar el organismo mayor sensación de calor tendremos después. Y, por supuesto, nada de bebidas azucaradas, porque finalmente no combaten la deshidratación.
Vía | El Confidencial
Imagen | osseous
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