Cuando te pasas muchas horas metido en una habitación con mucha gente, y la estancia tiene la puerta y las ventanas cerradas, el aire enrarecido (y ocasionalmente el tufo corporal reinante) puede hacerte sentir claustrofobia, e incluso que te cuesta respirar. Pero ¿podrías quedarte realmente sin oxígeno en este contexto o resulta imposible porque siempre entra suficiente por las rendijas de la estancia?
La respuesta corta es no. Pero con matices.
Una persona necesita, por término medio, entre 10 y 50 litros de oxígeno por hora. En una habitación de 20 metros cuadrados hay unos 10.000 litros de oxígeno. Es decir, que si queremos que se acabe el oxígeno vamos a tener que estar encerrados muchas horas, días, incluso, dependiendo de la gente que nos acompañe.
Pero, a pesar de ello, a partir de determinado momento puede que el aire nos parezca sofocante y necesitemos airear la habitación para combatir el agobio. En este caso no estamos sufriendo escasez de oxígeno, sino abundancia de otras sustancias: dióxido de carbono y compuestos orgánicos volátiles (VOC).
El dióxido de carbono es el gas que expelemos cuando respiramos, y en grandes concentraciones tiene un efecto narcótico. Tal y como se explica en el libro 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea, editado por Martin Gent:
En una habitación con aire de buena calidad, la proporción de dióxido de carbono no supera el 0,1%. Pero en una habitación sin ventilación puede ser superior al cabo de una hora aproximadamente. Los compuestos orgánicos volátiles provienen de las vigas, la alfombra, etc. (…) En casos extremos puede dar lugar a dolores de cabeza o mareos, o sencillamente a que alguno se quede adormilado (…) si seguimos en nuestra sala de 20 metros cuadrados, y suponemos que hay diez participantes, el aire debería renovarse completamente cada hora y media para evitar un aumento del dióxido de carbono y VOC.
Imagen | Peter Alfred Hess
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